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Vuelta a casa

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Geoffrey Molloy

El recorrido de la vida es un camino largo, interesante y fascinante que al final te lleva de vuelta a casa, a ti mismo. Nada cambia, pero todo cambia.

julio 9, 2024

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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El recorrido de la vida es un camino largo, interesante y fascinante que al final te lleva de vuelta a ti mismo. Nada cambia, pero todo cambia. Es como leer un libro a los dieciocho años; es fascinante, agradable, una buena lectura. Luego vuelves a leerlo cuarenta años después y es casi como si leyeses un libro distinto. Ves en él profundidad, ideas, sutilezas a las que estabas ciego en la primera lectura. Parece imposible que no pudieses ver cosas que ahora te parecen tan obvias, pero que entonces eran completamente invisibles. También hay libros que parecían profundos en su momento, pero que ahora parecen superficiales. Necesitamos ambos tipos, ya que todos forman parte de la experiencia de aprender.

Todo forma parte del camino. Tuve que pasar por todos esos años de ser un gilipollas, de perseguir cosas equivocadas – cosas materiales que creía que me harían feliz. Luego conseguirlas y seguir sintiéndome vacío, comprendiendo que la felicidad no era un ego gordo e inflado. (Detrás de cada ego gordo e inflado, detrás de la arrogancia siempre hay un vacío). Pensé que tal vez la felicidad se encontraba en el amor. Pero no comprendía la diferencia entre amor y lujuria. Lo que yo creía que era amor era obsesión. Y herí a tanta gente, incluido a mí mismo (no intencionadamente, sino por ignorancia egocéntrica), siempre mirando hacia fuera, siempre buscando algo que llenase el vacío, siempre huyendo de la incomodidad de estar conmigo mismo. Era lo mejor que podía hacer en aquel momento. Era un candidato perfecto para la sociedad consumista – siempre hambriento, siempre insatisfecho, siempre intentando encontrar a la persona, la casa, la ropa, las vacaciones, la aprobación, la droga, la actividad que me llenase o simplemente me distrajese del vacío.

Entonces empecé a despertar – una experiencia extraña y maravillosa, pues no me daba cuenta de que había estado dormido. Poco a poco me di cuenta de que había sido infectado y controlado por las ideas parasitarias del consumismo – esa cultura tóxica, la idea perniciosa de que, sea cual sea tu problema, sea cual sea tu dolor, la solución es «tómate algo» o «cómprate algo». Pero como ocurre con cualquier adicción, una vez que ha pasado la ilusión de alivio, sólo te sientes más vacío, necesitando cada vez más.

Después de tanto perseguir, descubrí dentro de mí un espacio infinito de paz. Descubrí que mi estado natural es el amor. Todos lo llevamos dentro, esperando a que lo descubramos. Todos esos años mirando hacia fuera, distraído, hambriento, buscando desesperadamente, para luego descubrir que siempre estaba aquí y ahora, dentro de mí y conmigo. De hecho, era yo. Siempre está ahí, pero solemos distraernos demasiado con las mentiras seductoras, centelleantes y brillantes del consumismo.

Yo no soy mi ego; tengo un ego. Es una parte de mí, pero no es yo. Tampoco soy mis pensamientos ni mis sentimientos. Estas cosas – ideas, creencias y conceptos – van y vienen; son efímeras, fugaces, sin sustancia. Todas ellas están contenidas en ese espacio infinito de paz; todas están sostenidas en ese espacio de amor. Yo soy ese espacio; es la única parte de mí que es constante. Ese espacio interior infinito es uno y el mismo que el espacio exterior infinito, que sostiene y contiene toda la vida, toda la experiencia, todas las cosas.

Por supuesto que me distraigo y me despisto, pero igual que el sol no es visible en un día nublado, sé que el sol está ahí. La sensación de asombro siempre está cerca, junto con un inmenso sentimiento de agradecimiento por el don de la vida, de estar aquí para experimentar este precioso y milagroso regalo de la existencia.

El viaje continúa y lo hará hasta que muera, pero ya no me obsesiona el destino de llegar. El destino es el viaje; es el proceso.

El proceso no se puede comprender deteniéndolo; hay que vivirlo, ser uno con él.

Paz, salud y felicidad desde Las Bardas

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