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julio 3, 2019
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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La respiración es muy importante; no puedes salir de casa sin ella. La muerte ocurre cuando exhalas y luego no vuelves a inhalar. Sencillo y potente.
Nuestros pulmones son increíbles. Igual que nuestros corazones, nunca dejan de funcionar, nunca descansan – durante todas nuestras vidas. Nuestra respiración cambia cuando necesitamos que cambie. Se vuelve más profunda, se acelera, se ralentiza. No requiere ninguna intervención consciente por nuestra parte. Nuestra respiración responde en tiempo real a eventos y nuestros pensamientos sobre los eventos a nuestro alrededor. Cada respiración lleva oxígeno a cada célula de nuestros cuerpos. ¡Maravilloso!
Un hecho que aprendí siendo niño es que si extendieses tus pulmones en el suelo, cubrirían la misma área que un campo de tenis. ¡Y pensar que nuestros pulmones en realidad no son más que branquias evolucionadas!
Sentado en nuestro porche por la mañana – el aire fresco y húmedo, siento el placer, lo delicioso que es respirar. Noto un sentido de amplitud, de bondad natural refrescante con un toque que promete que será un día caluroso. Miro al otro lado del valle y veo la manta exuberante de verde oscuro del bosque de robles que cubre las colinas enfrente.
El bosque también son mis pulmones, la parte externa de mis pulmones. Vivo en simbiosis con el bosque. Los árboles me proporcionan el oxígeno que necesito para vivir y yo proporciono a los árboles el dióxido de carbono que necesitan ellos para vivir. Sin el bosque que limpia y transforma mi exhalación, no tendría sentido tener pulmones. Sin el bosque no pueden existir los pulmones.
Pero los árboles del bosque no pueden existir sin el cielo, sin las nubes, sin la lluvia, el sol, así que cada respiración contiene el cielo, las nubes, la lluvia y los rayos del sol.
Los árboles proporcionan sombra y comida para abejas, insectos y animales que fertilizan y polinizan – así los árboles crecen. Todas estas cosas – el cielo, el sol, las nubes, la lluvia, los animales – todos están contenidos en cada respiración. Sin ninguna de estas cosas los pulmones no funcionarían; ni siquiera existirían.
Esto nos recuerda cada día la interconexión de todas las cosas. No existo en aislamiento. Incluso si lo quisiera, no podría existir aislado. No existe tal cosa como vivir separados. Tampoco ejercemos dominio sobre todo esto. La tierra, el cielo, las nubes, la lluvia, los árboles, los animales, los insectos – soy parte de estas cosas y ellas son parte de mí. La tierra, el cielo y lo demás no me pertenecen; yo les pertenezco a ellos. La conexión se ve clara y fácilmente una vez que nos despertamos pero nos dejamos distraer fácilmente por otras cosas más “importantes” y nos olvidamos fácilmente. Pregunto… ¡¿hay algo más importante que esto?!
Nada puede existir si todo lo demás no existe. Vivimos en un estado de inter-ser, lo queramos reconocer o no. Si reconocemos y vivimos en la realidad del inter-ser, actuaremos con mayor sabiduría.
Si seguimos ignorando o negando esta realidad, se pondrán en duda nuestro futuro y nuestra sobrevivencia.
Si vivimos en la realidad del inter-se compartiendo la realidad del inter-ser, ¡tanto más cuidaremos de nuestra casa, de nuestra pequeña “nave espacial azul”, nuestra tierra a medida que se precipita por el cosmos!
El poeta William Blake lo escribió en estas líneas:
Ver el mundo en un grano de arena,
Y un cielo en una flor silvestre,
Sostener la infinidad en la palma de tu mano,
Y la eternidad en una hora.
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