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octubre 18, 2018
Alimentación consciente,
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Cuando le damos un bocado a un alimento, un trozo de nuestra tierra acaba formando parte de nosotros, de nuestros sistemas, órganos, músculos, células. Y viceversa, lo que soltamos nosotros también acaba formando parte de la tierra que pisamos y respiramos.
Esto a mi parecer es una acción muy poderosa, en referencia sobre todo al impacto que nuestras elecciones (en este caso alimentarias) generan en la salud de nuestro planeta y la salud de nuestro organismo.
De lo que no somos tan conscientes al darle un mordisco a un alimento, es todo lo que sucede detrás de cómo llegó ese alimento a nuestras manos y a nuestro organismo; semillas, cultivo, manufacturación, transporte…
Me atrevería a decir que la cantidad de combustible fósil que se quema para satisfacer nuestras demandas alimentarias es mucho mayor en la industria alimentaria que en cualquier otra industria.
Y como individuos responsables núm. 1 del declive general de nuestro planeta, una de las mejores acciones que podemos hacer para preservar la salud ambiental de nuestro ecosistema es basar nuestra dieta en alimentos de origen natural.
Está totalmente en nuestras manos preocuparnos en comparar, comer, consumir de manera sostenible, organizarnos, informarnos que puntos de venta hay cerca de nosotros que promuevan este respeto a la tierra en la que vivimos.
Es poderoso pensar que simplemente cambiando nuestros hábitos alimentarios podemos reducir significativamente la contaminación, el efecto de los gases invernaderos, el mal olor de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, mejorar la calidad del agua, reducir el consumo de plástico, la quema de combustible… promover nuestra salud general, a largo y corto plazo.
Podría sonar idílico, hasta demasiado fácil… pero la realidad es que cada día que pasa estamos más lejos.
Imagínate por un momento, muchos seres humanos en diferentes puntos de este planeta promoviendo el consumo responsable de alimentos, de agua, de productos para nuestras necesidades personales. Esos mismos seres humanos inspirando a otros, esos otros enseñando a los más pequeños, esos más pequeños enseñando a otras generaciones…
Si, suena idílico, pero para nada imposible, estamos muy acostumbrados a oír que son nuestros pequeños gestos los que marcaran una diferencia, pero personalmente creo que ya no es así. Necesitamos generar GRANDES cambios en nuestras costumbres para revertir lo que hemos creado.
Personalmente estoy lejos del impacto ambiental positivo que me gustaría generar en mí día a día. Muchas veces me dejo llevar por lo que creo que es prioritario para mí y mi mundo, mi trabajo, mis prácticas, mi, mi m, mi, yo, yo, yo, yo…
¿A alguien más le suena esto?
A día de hoy una de nuestras prioridades en nuestra casa y en nuestro día a día está sobre todo enfocada en reducir el consumo de plástico y apoyar a las pequeñas industrias alimentarias tanto en Barcelona como en nuestra querida Finca Las Bardas.
¿Cómo? Algunos de nuestros pequeños gestos.
Los cambios más inmediatos que hemos ido observando desde Barcelona es la reducción significativa de la cantidad de basura que llegamos a generar diariamente y también en el bolsillo, comer conscientemente no tiene que significar un gran coste, el secreto está en organizarse bien y conocer cuáles son nuestras necesidades individuales y familiares…
¿Y tú? ¿Qué haces en tu día a día para fomentar tu salud y la de nuestro planeta?
Podéis contestarnos directamente en comentarios.
Os compartimos una crema muy suave y digestiva. Perfecta para esta época. Muy fácil y rápida de hacer:
Ingredientes para 4 personas:
Para la crema
Para toppear por encima
Elaboración:
En una olla, calentamos un poquito de aceite y pochamos el jengibre y la cebolla cortada en trozos grandes. Una vez empiece a dorarse, añadimos las zanahorias, agua hasta que cubra y el cubito de miso. Dejamos hervir a fuego lento unos 15 minutos hasta que la zanahoria este tierna, (mejor no pasarse para conservar los nutrientes). Batimos todo en la batidora hasta que quede una crema homogénea. Podemos guardar la crema hasta 3 días en la nevera.
A la hora de comerlo, lo ponemos en un bol y añadimos por encima los toppings que más nos gusten. Finalizamos con un chorrito de aceite de oliva, sal, pimienta y lima al gusto.
A nosotros nos encanta para cenar acompañándolo con una tostada de pan del bueno con aguacate y tomate seco.
¡Espero lo disfrutéis con todos vuestros sentidos!
¡Salud y alegría!
Kiira Cabrera
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