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julio 8, 2021
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Normalmente soy yo quien escribe los boletines en este blog pero esta vez, me gustaría compartir algo que ha escrito mi hija Ishtar sobre la tristeza.
Hoy estoy tan llena de tristeza; parece como si tuviese olas chocando contra mi piel a punto de desbordarse para crear un gran charco a mis pies. Es tan real, a veces lo siento como algo sólido dentro de mi pecho hasta que lo suelto y se deshace en polvo o en el líquido que forma las olas. Este ciclo se repite una y otra vez.
Suelo vivir cada día a tope, en movimiento, pensando, dando golpecitos con mis dedos y rebotando sobre las puntas de mis pies. Es como tener mil vientos golpeando mi cara en todas las direcciones, en todo momento. Y los días tristes me traen paz porque me paro en seco y esos vientos paran y tengo esa sensación de frío y calor que da en las mejillas cuando te resguardas del viento.
Una vez aceptas esa tristeza, una vez dejas que salga por cada poro de tu piel, se vuelve algo hermoso a su manera. Trae una sensación de calma y de claridad, hace que el día se llene de luz y de oscuridad, todo en perfecta armonía. Te deja sentirlo todo de manera plena sin límites.
Te ayuda a quererte y a sentirte fuerte y poderosa porque aceptas lo que mucha gente considera como algo débil.
Nadie quiere a la tristeza, nadie quiere mostrarla ni aceptarla. La tristeza solitaria es la que crea los nudos en el pecho.
¿Cómo puede ser que estar lo suficientemente fuerte para afrontar tus emociones sea una señal de debilidad?
Comparto esto porque creo que no muchas personas estén cómodas con la tristeza ni con otros sentimientos diferentes a la felicidad. Pero todos son únicos de la misma manera que son parecidos y sin unos sentimientos no podemos tener otros. Y no solamente está bien tener días tristes, sino que es precioso.
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