Trauma y adicción ¿cuál es la relación?

Primera fase: Una reacción racional o estrategia para hacer frente a una situación insoportable

Si de niño abusaron de ti, ya fuera sexual, física o psicológicamente; si te descuidaron, humillaron, ignoraron o criticaron constantemente; o si presenciaste actos violentos (verbales o físicos) entre tus padres, no pudiste escapar (al fin y al cabo sólo eras un niño pequeño e impotente), probablemente te sentiste aterrorizado e indefenso, vulnerable ante emociones sobrecogedoras. El resultado de esto puede ser acabar sufriendo un profundo y persistente sentimiento de dolor, inseguridad, vergüenza, ira y ansiedad. Cuando probaste el alcohol, la marihuana o alguna otra droga, te ayudó a adormecer ese dolor. Durante un tiempo, te sentiste «feliz». Se convirtió en un tipo de automedicación. Funcionaba; era una estrategia aparentemente eficaz para afrontar la vida. En cierto modo, era simplemente una reacción «racional» a una situación insoportable.

Segunda fase: Lo que hacemos en lugar de lo que necesitamos hacer

Esta estrategia de medicarte con una droga como el alcohol se convierte en tu estrategia por defecto, dada tu infancia, en la que aprendiste que tú como persona eras «no querido», es decir, no merecedor de amor, que tu valor residía sólo en lo que podías proporcionar a los demás, para complacer a los demás sin tener mucha idea de cómo cuidar de ti mismo. Como resultado, es probable que acabes encontrándote en situaciones abusivas similares, repitiendo patrones infantiles en los que te sientes «cómodo» pero infeliz. Puedes encontrarte aceptando trabajar para un jefe abusivo o estar en una relación «tóxica» o insana, rebotando entre ser extra amable y estar enfadado o resentido; o tener un comportamiento pasivo-agresivo. El dolor, la rabia, la ansiedad y la humillación, a menudo insoportables, que se crean en estas situaciones continuas son insoportables, así que recurres a tu estrategia de confianza de anestesiarte con tu «anestésico» alcohol o quizá con alguna otra sustancia química. A medida que aumenta tu tolerancia, también aumenta tu consumo, al igual que los destructivos efectos secundarios sobre tu salud, tu bienestar y tu capacidad para trabajar eficazmente. Los que más sufren son la familia. Lo que realmente deberías hacer aquí, entre otras cosas, es aprender a cuidar de ti mismo; comprender e integrar los traumas de tu infancia, establecer límites, aprender a decir «no» y aprender la autocompasión, que a su vez da lugar a una verdadera autoestima.

Tercera fase: Seguir igual a pesar del daño y en contra de tu juicio racional

Ocurre algo, a menudo algún tipo de drama: conducir bajo los efectos del alcohol, violencia o  meterte en algún lio. De repente, ves algo que llevas tiempo intentando ocultarte a ti mismo: que tienes un problema. Ahora te encuentras en un tira y afloja de miedo: miedo a lo que pueda ocurrir si sigues bebiendo o consumiendo cuales quiera que sean la droga o el comportamiento que utilizas; también, existe el miedo a dejar de hacerlo, ya que simplemente no puedes imaginar cómo podrías vivir sin tu droga o comportamiento. Así que, en lugar de dejarlo, «negocias», intentando convencerte de que puedes controlarlo, permitiéndote  seguir con tu droga o conducta. Esta estrategia fracasa y tu vida se convierte cada vez más en una pesadilla, ya que probablemente te criticas sin piedad, lo que te crea aún más humillación, ansiedad y depresión. Esta situación sólo seguirá deteriorándose hasta que dejas de utilizar la droga o el comportamiento anestesiantes y aprendes a procesar e integrar tu trauma para comprenderlo y dejar de tener la necesidad de huir o de bloquear o anestesiar tus pensamientos y sentimientos, eligiendo el camino de la autorrealización.

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