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abril 15, 2015
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Uno de los temas que surge en nuestros cursos residenciales es la espiritualidad. Las personas preguntan por qué no hablamos más de la espiritualidad.
Sencillamente, evito emplear este término porque es una palabra que va acompañada de gran cantidad de bagaje y significa cosas diferentes para según qué personas. Para muchos significa mantener una relación con Dios. Para otros se refiere a su relación con la “Conciencia Universal”. El hecho es que la “Espiritualidad” tiene tantas formas y está ligada con gran variedad sistemas de creencias. Muchas de estas creencias son simplemente sistemas a los que yo personalmente nunca podría suscribir.
Cuando empecé mi búsqueda por el sentido de la vida (con veinte y algo años), en aquella época fue una manera de experimentar diferentes “estados religiosos” sin tener que pertenecer a ninguna religión. A medida que me he hecho mayor, y espero más sabio, tengo bastante claro lo que la espiritualidad significa para mí.
La definición con la que me identifico más de cerca es la de Chögyam Trungpa:
La espiritualidad es completamente ordinaria. Aunque puede que hablemos de ella como si fuese extraordinaria, es la cosa más ordinaria.
La espiritualidad es simplemente una manera de desarrollar una actitud de vigilia hacia la realidad. De esta manera empezamos a tener un mayor contacto con la realidad.
Si abrimos nuestros ojos, si abrimos nuestras mentes, si abrimos nuestros corazones, encontraremos que este mundo es un sitio mágico. Es mágico no porque nos engaña o nos cambia inesperadamente en otra cosa, sino simplemente porque puede ser tan intensa y brillante.
Para completar la definición me gustaría extenderme sobre el Segundo párrafo de Chögyam Trungpa’s que habla de despertarnos. Esto para mí es un aspecto esencial. La espiritualidad también tiene que incluir que la persona está en un viaje para ser lo mejor que pueda ser. Esto no se refiere en ningún sentido a un bienestar material, pero incluiría: conocimiento de sí mismo, aceptación de sí mismo, en otras palabras, un viaje de crecimiento personal y de autorealización.
La realidad normalmente no parece tan espiritual porque, en general no la experimentamos directamente. En vez de esto, tratamos con nuestros pensamientos sobre la realidad y los encajamos en la constante narrativa explicativa en nuestras cabezas. De esta manera perdemos la oportunidad para estar plenamente presentes en el aquí y ahora. Perdemos la oportunidad de experimentar la realidad en todo su glorioso esplendor.
Cuando nos permitimos experimentar la realidad directamente, experimentamos conexión, asombro y un sentido de inmenso bienestar. A lo largo de la historia, los seres humanos, normalmente por nuestro miedo, hemos intentado explicar lo que observamos, apelando a una gama de seres imaginarios con poderes imaginarios. En vez de experimentar la realidad directamente, intentamos explicar y conceptuarla. En ciertos contextos nuestros pensamientos y lo que contamos sobre la realidad pueden ser muy útiles pero no deberíamos nunca confundir nuestros pensamientos sobre la realidad con la realidad en sí.
Prueba esto:
La próxima vez que te encuentres en un sitio oscuro del mundo donde hay ninguna o poca contaminación de luz, túmbate boca arriba y mira las estrellas, sabiendo que los elementos dentro de tu cuerpo fueron hechos dentro de las estrellas*. Somos realmente parte de las estrellas. Somos la manera que tiene el universo de experimentarse a sí mismo. Sabiendo todo quédate ahí y simplemente permite que la belleza del cielo, las estrellas, el universo te empape.
*El joven universo no era muy complejo solo estaba compuesto por dos elementos: hidrógeno y helio. Estos elementos formaban las primeras estrellas dentro de las cuales existían las condiciones para fabricar todos los otros elementos que existen en el universo actual. Cuando estas estrellas explotaron (nova/supernova) estos elementos fueron distribuidos por todo el universo. Es decir, cada elemento en nuestros cuerpos que no es hidrógeno o helio ha venido desde las cenizas de una estrella. Nuestro cerebro ha sido creado por este proceso y por tanto, somos parte del universo. Entonces cuando miramos las estrellas y el universo con asombro y una sensación de bienestar en realidad somos el universo experimentándose así mismo.
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