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marzo 10, 2015
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Según cuenta la leyenda hubo muchas personas que visitaron al gran maestro de la meditación, también reconocido como un gran maestro espiritual. Eran personas muy puestas al día con las últimas modas, impacientes y con prisas. Quisieron que este maestro les diese una oración, una fórmula, un ritual, algo “sabio y espiritual” (idealmente algo misterioso y guay también)… el secreto para una vida feliz y llena de sentido.
El maestro se quedó sentado durante un buen tiempo y luego dijo, “Si quieres sentido en tu vida, si quieres ser más feliz, simplemente tienes que fijarte.”
Estas personas modernas “tan atareadas” se pusieron furiosas. “Nos ha hecho perder todo este tiempo,” dijeron. “Obviamente este tío se está burlando de nosotros” y, según la leyenda, la muchedumbre enfadada se levantó y le pegó hasta matarle.
Solo reflexionamos durante un momento, nos daremos cuenta de que las palabras del maestro salieron de una visión interior muy profunda y de simple sabiduría. La realidad es que pasamos por nuestras vidas medio-dormidos. Puede que parezca como si no fuese así, ya que estamos constantemente acaparados por nuestros pensamientos y el drama e importancia de nuestro “universo-centrado-en-mí”.
Cuanto más estamos perdidos en la distracción irresistible de nuestros pensamientos, tanto menos conexión experimentamos y tanto más empobrecemos nuestras vidas. Damos la impresión de que estamos alertas y presentes pero no es así. Nuestra atención está totalmente dedicada a lo que está en nuestras mentes, a pesar de que lo que está en nuestras mentes es pura imaginación – tan sólo un chorro sin fin de pensamientos (muchas veces de poca utilidad). No estamos presentes en el momento. Nuestros cuerpos están aquí pero estamos perdidos en nuestra propia máquina del tiempo, preocupándonos por el futuro o agonizando por el pasado. Nos volvemos como una casa con todas las luces encendidas pero con nadie en casa.
Toma tu tiempo para fijarte. Experimenta el mundo a través de tus sentidos en vez de hacerlo a través del distorsionado velo de tus pensamientos. Observa, escucha, toca, siente, huele el mundo a tu alrededor. Tu mente racional se interpondrá, intentando juzgar, diciéndote si algo es bueno o malo, diciendo que tienes cosas más importantes que hacer. No escuches a tu mente racional. Recuerda, tu mente trabaja para ti no al revés.
¡Simplemente fíjate! Verdaderamente permítete fijarte en todo lo relacionado con dónde vives, tu familia, tu trayecto al trabajo, tus compañeros de trabajo, tu escritorio; cómo andas, cómo comes, cómo subes las escaleras, cómo bajas las escaleras; dónde estás sentado en estos instantes. Fíjate en la presión de tus pies en el suelo, la temperatura de los dedos de tus pies, tu trasero en la silla, los ruidos a tu alrededor, la temperatura. ¿Qué tal está tu cuerpo? ¿Cómo están tus hombros? ¿Está tu cuerpo relajado o tenso?
Cuando nos fijamos en cosas, bajamos el volumen de nuestro constante parloteo mental y subimos el volumen de nuestros sentidos. Nos volvemos más centrados y más conectados.
El momento presente es el único momento que tenemos de verdad. Es único e irrepetible. Es el único momento en que podemos cambiar algo. Cuánto más tiempo pasamos ahí, tanto más centrados nos volvemos.
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