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Un sitio tranquilo desde dónde ver nuestros pensamientos

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Geoffrey Molloy

Uno de mis descubrimientos más emocionantes fue darme cuenta de que la paz, la conexión y la plenitud no estaban “ahí fuera”… algo que obtener, sino siempre presentes dentro de mí, esperando a ser descubiertos y que lo único que tenía que hacer era simplemente quitarme a mí mismo del medio. Esa paz, esa conexión… […]

marzo 1, 2018

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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Uno de mis descubrimientos más emocionantes fue darme cuenta de que la paz, la conexión y la plenitud no estaban “ahí fuera”… algo que obtener, sino siempre presentes dentro de mí, esperando a ser descubiertos y que lo único que tenía que hacer era simplemente quitarme a mí mismo del medio. Esa paz, esa conexión… me sentí como volver a casa.

Estoy seguro de que tú también has experimentado ese momento, por ejemplo, cuando llegas a la cima de una colina o llegas a una playa aislada y de repente la vista te deja sin palabras; te viene como un choque esta sensación de tranquilidad. En ese momento la mente racional se detiene; no hay pensamientos tal vez durante sólo un par de segundos. La mente se vuelve tranquila. Todo lo que queda eres tú, el observador.

En este espacio infinito de tranquilidad, en este momento el ego desaparece y experimento el ser que soy yo. Quien soy no tiene nada que ver con mis posesiones, mi trabajo, los conocimientos y educación que he adquirido, tampoco mi aspecto físico, mi estatus social, mis relaciones, mi historia familiar/personal, mi raza, mi filosofía de vida, mis creencias o falta de creencias religiosas. Nada de esto soy yo. El yo más profundo es la conciencia que observa todo esto. Todo en mí está cambiando menos esta conciencia observadora. Es la misma conciencia que tuve de niño, adolescente y luego como padre, abuelo y marido. Es el “yo” más profundo que mi nombre o forma.

Luego, “pía” tu mente racional con un comentario como “Bueno, es una vista bonita pero no tan bonita como aquel otro sitio.” O “Sería perfecto, si no fuera por esa casa.” Ya no estás en el momento presente, observando directamente, sino que estás distraído/a por tus pensamientos sobre ese momento.

El “yo” más profundo siempre está ahí (incluso cuando me olvido y estoy perdido en mis pensamientos “mindlessly”)… observando, quieto, no crítico y conectado. Todo lo que se requiere para volver ahí es acordarnos y cuando nos acordamos literalmente “volvemos a nuestros sentidos”.

Cuando nos encontramos agobiados, abrumados, desequilibrados o si simplemente nos fijamos en que estamos acelerados, entonces este espacio de la mente observacional conectado al momento presente puede convertirse en nuestro sitio natural para descansar – un refugio, una “micro-pausa”.

Prueba esto para conseguir una micro-pausa

Cuando pones tu atención en tus sentidos, puede que te vuelvas consciente de sensaciones incómodas en tu cuerpo, especialmente si tu cuerpo sigue saturado de los químicos que se segregan cuando estamos estresados. Recuerda que es sólo cómo tu cuerpo se siente en ese momento, nada más – no es ni bueno, ni malo; sino simplemente cómo se siente ahora mismo. Puede que también te fijes en los pensamientos asociados con esas sensaciones. Simplemente míralos tal cual, no son tú, sólo pensamientos que surgen, existen un rato y luego desaparecen – como siempre. Ahora lleva tu atención a las sensaciones que sientes cuando respiras.

Haz varias respiraciones abdominales profundas: inhala contando cuatro segundos, reten el aliento durante dos segundos y luego exhala durante seis segundos. Espera cuatro segundos y repite todo el proceso tres o más veces si quieres. No estás intentando relajarte, ni estás intentando no pensar; todo lo que estás haciendo es observar las sensaciones creadas por tu respiración. Por ejemplo, fíjate en las sensaciones al pasar el aire por tus fosas nasales, la nariz, la garganta y sobre todo fíjate en el movimiento de tu diafragma, el abdomen y el roce de tu ropa contra tu piel. No intentes relajarte, ni dejar de pensar; simplemente fíjate en tu respiración con curiosidad abierta.

Observar tu respiración de esta manera es como  bailar. No hay otro propósito que el bailar en sí. Cuando observamos plenamente en el momento presente, no hay otro propósito que el de observar.

Autor: Geoffrey Molloy

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