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junio 19, 2013
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Le dije a una clienta que si observamos nuestros silencios, aprendemos muchísimo. Ella respondió: “Pero el silencio es el silencio, el silencio, nada más.¿No? Quiero decir – es simplemente silencio ¿no?”
Sin embargo, decir que todos los silencios son iguales es como decir que todos los árboles son iguales. No hay dos árboles iguales.
Si prestamos atención a nuestros silencios, empezamos a darnos cuenta de que la calidad de dos silencios no es igual; cada uno tiene su propio sabor, su propia historia.
Tal vez hoy sea buen día para hacernos conscientes de la calidad de nuestro silencio.
Puede que nuestro silencio tenga un sabor defensivo, auto justificante sintiéndonos nobles y con razón, condenando al otro desde nuestra posición de superioridad. O cuando tenemos prisas para llegar a algún sitio y parece que al atasco en que nos encontramos, le importa is un comino, esto es cuando nuestro silencio turned el sabor de impaciencia y de irritación. Puede que nuestro silencio sea una ira arrasadora e inquieta, una presión furiosa apenas contenida. O puede que nuestro silencio sea un silencio entumecido/paralizado donde no sentimos nada ni queremos sentir nada.
O puede que nuestro silencio sea un silencio totalmente quieto, como cuando dejamos descansar la vista en una mañana fría y crujiente sobre un valle verde – es decir, un silencio lleno de belleza prometiendo un gran día.
Cuando volvemos plenamente al presente, cuando ponemos nuestra atención plenamente en nuestro cuerpo, entonces, es cuando nos damos cuenta de la calidad de nuestro silencio.
Todo lo que hacemos y decimos se crea dentro de este silencio.
La calidad de nuestro silencio dentro de nosotros define la calidad de nuestras acciones fuera.
Puede que hoy sea un buen día para fijarnos en la calidad de nuestro silencio.
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