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Geoffrey Molloy
Si lees los periódicos y miras la televisión, no sorprende que la ansiedad, el estrés y la depresión estén en aumento en nuestra sociedad. Mires donde mires, hay corrupción desenfrenada, abundante evidencia de la inhumanidad que el hombre inflige sobre sus prójimos; trillones de dólares gastados en guerras brutales y sin sentido mientras millones de […]
agosto 6, 2014
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Si lees los periódicos y miras la televisión, no sorprende que la ansiedad, el estrés y la depresión estén en aumento en nuestra sociedad.
Mires donde mires, hay corrupción desenfrenada, abundante evidencia de la inhumanidad que el hombre inflige sobre sus prójimos; trillones de dólares gastados en guerras brutales y sin sentido mientras millones de personas (mayoritariamente niños) mueren de hambre y enfermedades evitables. (Sólo una pequeña fracción del dinero gastado en armas sería suficiente para pagar la comida, cuidado sanitario, educación para todos). En vez de esto, cada día vemos noticias sobre fanáticos (normalmente manipulados por políticos venales) que matan a civiles inocentes para mayor control y poder. En una escala cósmica son como pulgas peleando sobre quién es el dueño del perro en el que viven.
Viendo todo esto, parece que los lunáticos están al cargo del asilo.
Entonces, ¿Por qué la mayoría de nosotros no hacemos nada para solucionar esto. Creo que estamos paralizados por tres cosas principales:
La sociedad en la que vivimos es el reflejo de nosotros mismos. Todo lo que vemos alrededor es un reflejo de quienes somos; un reflejo de lo que hacemos. Sin embargo, lo mires como lo mires, estamos desperdiciando las magníficas oportunidades que están delante de nosotros.
Albert Einstein una vez dijo:
“Ningún problema se puede resolver desde el mismo nivel de consciencia que lo creó.”
Las cosas que están ocurriendo en nuestro planeta son el resultado directo de nuestra consciencia colectiva.
Esto es precisamente lo que tenemos que afrontar: cambiar nuestra consciencia colectiva. Mindfulness y sus disciplinas asociadas nos pueden ayudar a liberarnos de la esclavitud de nuestro parloteo mental compulsivo.
Ahora me gustaría citar nuevamente a Einstein.
“La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y que se ha olvidado del regalo.”
Iría aún más lejos. Diría que como sociedad hemos deificado la mente racional. Creemos erróneamente que somos nuestros pensamientos. Confundimos nuestros pensamientos sobre cosas con esas mismas cosas. “El regalo” tal como lo llama Einstein ha sido casi olvidado y aun así, es precisamente aquí donde se puede encontrar gran parte de nuestra sabiduría junto con nuestro sentido de conexión. La mente racional es rápida en vernos como separados de los demás, en poner las preocupaciones del “universo-centrado-en mí” por encima de todo. No es difícil manipular la mente racional. Nuestro fiel sirviente puede ser manipulado (y lo es muchas veces) para servir los intereses de otros, mientras que “el regalo” – la mente intuitiva – se encuentra en el presente y es como experimentamos la conexión, el asombro y el presente. La mente intuitiva puede sujetar y observar la mente racional, pero no en el otro sentido.
El “mindfulness” nos permite llevar nuestra atención plenamente al presente intencionalmente y sin juzgar. Nos permite bajar el volumen de nuestro parloteo mental (el sirviente fiel y manipulable) y subir el volumen del “regalo” (nuestra fuente de conexión, sabiduría y tranquilidad). El regalo es la única forma en que experimentemos nuestro mundo directamente a través de nuestros sentidos – tal como es aquí y ahora sin cambiar nada.
El mundo es un lugar peligroso, no por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo ven y no hacen nada.
Entonces ¿Qué hacer?
Primero, reconoce que eres importante. El mundo es un lugar diferente simplemente porque tú estás en él. Eso es un hecho, lo quieras o no. ¡Sí haces una diferencia!
Así que, sé consciente de eso en tu día a día. Actúa con la consciencia de eso en tu vida diaria.
Trata de conseguir conscientemente soluciones calmadas a los conflictos en tu vida diaria – ya sea en casa, en el trabajo o en público.
Haz contacto con gente a lo largo de tu día. En vez de ir corriendo de un lugar a otro en tu “universo-centrado-en-mí” sin experimentar nada más aparte de la naturaleza compulsiva de tus pensamientos, cada vez que te cruces con alguien, silenciosamente en tu mente realmente fíjate en esa persona, en quién es y deséale lo mejor para su vida y felicidad.
Reconócenos por lo que somos – no todos separados los unos de los otros, sino interconectados. La idea del ego nos separa los unos de los otros. Mantén el panorama general en tu mente. Sé consciente de que compartes el mundo con otros y actúa en esa consciencia con el más pequeño de los detalles. Por ejemplo, aparca tu coche dentro de los límites del espacio en vez de ocupar dos espacios; tira tu basura en un cubo de basura y no por la ventanilla del coche. Moléstate en tomarte tiempo para verdaderamente escuchar a los demás (sin pensar en cómo vas a ganar la discusión). Cédele el paso a otro coche. Recuerda que cada criatura con la que te cruzas comparte contigo el deseo de ser feliz y evitar el sufrimiento.
Ofrécete como voluntario: Puede que sólo sea algo informal, como por ejemplo, acercar a personas mayores al pueblo. Puede que se trate de cuidar a los niños de una pareja para que pueda tener un descanso. No ignores a las personas sin techo. Fíjate en quién es esta persona y ayúdale, por ejemplo, invítale a una comida. ¿Por qué no te presentas voluntario para una organización caritativa? Hay muchas oportunidades. Encuentra tiempo para hacerlo.
Asume responsabilidad por el mundo en que vives y asegura que tus acciones reflejen cómo a ti te gustaría ver el mundo.
Finalmente practica estar presente en el momento. Practica ahora mismo, aquí dónde estás sentado. Respira profundamente tres veces, fijando tu atención en el aire que fluye dentro y fuera de tu cuerpo, el movimiento de tu pecho o estómago mientras respiras.
Vuélvete consciente de la postura de tu cuerpo. ¿Cómo están los hombros? ¿Tu cara? Asume una postura digna con la espalda recta, mirando al frente, los hombros relajados y el pecho fuera.
Ahora, cierra tus ojos por un momento y pon tu atención en tus pies, siéntelos en tus zapatos, la presión con el suelo, el asiento presionando en tus muslos y glúteos, la presión en tu espalda, tus manos, tus brazos. Hazlo con una actitud de curiosidad y cariño hacia ti mismo.
Tómate treinta segundos para escanear tu cuerpo (empleando la atención) desde la cabeza hasta los pies, dándote cuenta con tu atención de los sitios en tu cuerpo en los que hay tensión. No trates de cambiarlo o relajarte; simplemente vuélvete consciente de ello suavemente.
Ahora tómate otros treinta segundos para escanearte de pies a cabeza, dándote cuenta a través de tu atención de los sitios en los que no hay tensión.
Ahora, quédate sentado durante un minuto, consciente de tu cuerpo simplemente permaneciendo sentado, respirando.
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