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PAZ INTERIOR – SIEMPRE DISPONIBLE

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Geoffrey Molloy

Nuestro parloteo mental es una característica constante en nuestras vidas: juzgando, criticando, dirigiendo. Ejercicio para controlarlo. Paz interior.

julio 2, 2013

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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Nuestro parloteo mental es una característica constante en nuestras vidas: juzgando, criticando, dirigiendo. Muy ocasionalmente nos volvemos conscientes de ello. Tristemente, sin embargo, la mayor parte del tiempo, vamos corriendo de un sitio a otro dentro de la burbuja de nuestro “universo centrado en mí”, nuestro cerebro fijado en piloto automático, obsesionados con “mis problemas”, “mi vida,” “mi pasado,” “mi futuro” – respondemos a este parloteo constante como si fuese real.

Nos olvidamos de que los pensamientos no son más que eventos mentales pasajeros, cuyo único poder es aquel que nosotros elegimos darles. Sin embargo, mientras seguimos en piloto automático e inconsciente, nuestro parloteo mental puede parecer muy persistente y real, de manera que los pensamientos sobre el futuro pueden hacernos sentir ansiosos, los pensamientos sobre el pasado pueden hacer que revivamos dolor o humillación. En este estado, nuestro sentido de paz, de bienestar, está completamente a la merced de nuestros pensamientos. Nuestro estado emocional parece más variable y misterioso que el flujo aleatorio de pensamientos que lo causa.

A veces el parloteo mental se detiene de repente e inesperadamente cuando, por ejemplo, nos tropezamos con una preciosa vista o cuando estamos maravillados mirando las estrellas en el cielo de noche o simplemente cuando nos encontramos en la playa con la brisa del mar que sopla, las olas rompiendo y sintiendo el sol calentándonos suavemente. Puede que sea algo tan sencillo como la sensación de aire fresco en la cara después de pasar tiempo sofocados en una sala encerrada. En estos momentos el parloteo se detiene de modo natural sin que nosotros lo planifiquemos. En estos momentos experimentamos lo que yo llamo una “sensación cielo azul” – la sensación que surge en mi cuerpo es igual que la sensación que siento cuando miro en un cielo azul despejado de verano – paz profunda sin límites, conexión y la alegría de existir.

Cuando experimentamos estos momentos inesperados de paz y de conexión, caemos fácilmente en la trampa de pensar que la emoción fue causada por el lugar – la montaña o la playa. Pero, ¿te has dado cuenta de que podemos encontrarnos en tales sitios y aún así sentirnos ansiosos? Así que, ¿qué está pasando?

Lo que pasó fue lo siguiente: durante tan sólo un instante dejaste de entrometerte en tu propio camino, dejaste de pensar y te pusiste plenamente en el presente. Una maravillosa cosa ocurre cuando metes tu plena atención en el presente: experimentamos la intensidad de sentirnos plenamente conectados con aquel centro de bienestar que está siempre ahí dentro de nosotros. De la misma manera que el presente está siempre ahí, también está siempre ahí tu estado natural de paz.

Nuestras mentes son como un lago profundo frío y cristalino. Cuando miramos dentro del lago desde cierto ángulo podemos ver hasta el fondo. Si miramos desde otro ángulo, nos vemos a nosotros mismos reflejados perfectamente en el lago. Es sólo el flujo compulsivo de nuestros pensamientos, el parloteo mental constante que nos aísla de nuestra paz interior. Igual que ocurre cuando tiramos piedrecitas al agua, las olitas van acumulándose hasta que no vemos nada – ni lo que hay por debajo de la superficie ni nuestra propia reflexión.

Si quieres experimentar el presente, prueba el siguiente ejercicio:

1. Adopta una postura dignificada (dignificada – no arrogante).

2. Ahora respira hondo tres veces permitiendo que el abdomen (más que el pecho) suba y baje con la respiración. Deberías inhalar durante unos cuatro segundos, aguantar la respiración durante cuatro segundos y luego exhalar durante otros cuatro segundos. Mientras estás respirando, fija tu atención en cómo tu cuerpo respira. Fíjate en la sensación física que sientes mientras respiras: en el flujo de aire que pasa a través de los orificios de la nariz, la sensación de cómo se expande el abdomen, el contacto/la fricción con la ropa.

3. Ahora toma un minuto aproximadamente para escanear tu cuerpo suavemente empezando por los pies (verdaderamente trae tu atención a las sensaciones que descubres sin intentar cambiar nada, sin intentar juzgar. Tu actitud debería ser de curiosidad abierta.) Verdaderamente trae tu atención a tus pies, al contacto entre el pie y el zapato, por ejemplo. ¿Qué sensaciones encuentras ahí? La presión del contacto con el suelo. Ahora sube tu atención a las rodillas – fíjate en la sensación que tienes detrás, delante, dentro. Siente la presión entre la parte trasera de tus muslos y la silla; la presión entre la silla y tu espalda. Pon tu atención ahora en tus manos, brazos, luego la garganta, el cuello, luego tu cabeza y cara. No intentes hacer nada. (No intentes relajarte o experimentar algo en particular). Simplemente pon tu atención plenamente y directamente en estas sensaciones.

4. Repite el ejercicio de tres respiraciones.

5. Ahora durante unos 20 segundos simplemente sé consciente de tu cuerpo ahí sentado y respirando.

6. Sigue con tu día. Mira si puedes llevar un poco de paz a tu próxima tarea – lo que sea – una llamada telefónica o tomar una taza de té.

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