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julio 19, 2017
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
2 comments
Uno de los mayores defectos que he tenido y sigo teniendo (aunque es mucho más suave hoy en día) es criticar: crítica sin piedad de mí mismo y de otros.
Mis padres fueron duros críticos; no me dieron una sola palabra de enhorabuena. Cuando estuve en el colegio fui el segundo de mi año; su pregunta al contárselo fue, “¿Por qué no fuiste el primero?” Cuando les expuse mi interés y curiosidad sobre tantas cosas, a su parecer no fui capaz de ser constante en una cosa. Cuando empecé a cuidar mi aspecto, era porque era demasiado vanidoso. La crítica, la humillación y la culpa fueron el “pan” diario de mi vida. No había manera de ganar; daba igual lo que haría, todo les parecía mal. Bajo este continuo torrente de crítica y humillación, me volví muy crítico de mí mismo y de otros.
Tanto la crítica como la culpa son “alimento para el ego”; se trata de proporcionarte un sentido falso de rectitud moral al creerte superior a otros. Es una manera de evitar salir de tu zona de confort; es la salida de los perezosos. La crítica de sí mismo y de otros puede convertirse en un hábito que puede resultar en un sentido profundo de infelicidad.
En vez de hacer algo para mejorarme a mí mismo, en vez de explorar lo que yo podría hacer mejor, consigo una especie de “quick fix” (arreglo rápido) si critico a otro.
Pasamos tanto tiempo juzgando si somos mejores o peores que otros. ¿Qué importa si alguien se viste diferentemente a ti? ¿Qué importa si alguien tiene una opinión diferente a la tuya? ¿Qué importa si alguien es mejor o peor, más feliz, más rico/pobre, más atractivo/feo que tú?
La crítica no es necesariamente algo que hacemos en voz alta; puede consistir en una cadena de pensamientos que se desencadenan cuando sentimos que nos han sido injustos con nosotros o si hemos sido dañados, insultados; o cuando estamos enfadados o nos sentimos inferiores. En estos momentos nuestras mentes lanzan una serie de críticas sobre otra persona hasta que nos sintamos satisfechos de que hayamos llegado a una posición superior, de manera que durante unos instantes, nuestro ego se siente satisfecho. Pero esencialmente nada ha cambiado. De hecho, más bien al contrario, estamos aún más atascados ya que hemos perdido otra oportunidad más para observarnos a nosotros mismos y aprender a salir fuera de nuestro piloto automático. No nos hemos vuelto más felices; sólo nos hemos convencido de que tenemos razón. Tener razón no te lleva a que consigas paz en tu corazón, ni a que tengas mayor sentido de bienestar.
Siguen unas sugerencias para que empieces a liberarte de esto:
</> with <3 by Latte
Comentarios de la comunidad
bralimomonica
esplendido, es un consejo para el camino a la perfeccion espiritual y moral, camino que todos estamos transitando, gracias
Maria Angeles García Olmos
Gracias por recordarme cosas sabias que, a veces, olvido