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noviembre 24, 2020
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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La percepción lo es todo. La percepción crea un sentimiento y actuamos como resultado de ese sentimiento.
¿Cómo se percibe a una mujer atractiva? Para su amante es encantadora; para el monje es una distracción y para el oso es simplemente comida. En base a estas percepciones, el amante corre hacia ella con los brazos abiertos, el monje aparta la vista y el oso la engulle.
Nuestra percepción determina nuestro comportamiento. Cuando surge un evento en nuestro campo de consciencia; lo percibimos de cierta manera, lo que a su vez crea un sentimiento y actuamos como resultado de ese sentimiento.
En los principios cuando llegué a la meditación, pasé mi tiempo intentando evitar la ansiedad, rechazarla, resistirla, temeroso de lo que podría ocurrir si no la mantenía alejada. Cualquier persona que haya probado esta manera de afrontar la ansiedad, ya sabrá que no funciona. (Lo que resistes, persiste.) Normalmente crea aún más ansiedad. Percibía mi ansiedad como algo malo, una especie de enemigo y como consecuencia, empecé a tenerle miedo a mi ansiedad. Irónicamente, mi ansiedad también fue causada por el miedo. Estaba atrapado en un bucle de miedo y ansiedad. Fue agotador.
Esto empezó a cambiar cuando, en vez de luchar y resistirla, decidí invitar a mi ansiedad dentro de mi meditación; observarla con curiosidad abierta y cariño hacia mí mismo. Intenté verla como un mensajero que me decía algo importante. Por muy difícil que fuese al principio, intenté tratar mi ansiedad como a un amigo. Las primeras veces, me sentía como si tenía que aguantar a un amigo pesado. Sentía encarecidamente que prefería hacer otra cosa.
Al cabo de un tiempo, me dí cuenta que muy amenudo mi viejo amigo ni siquiera estaba.
Entiéndeme, todavía viene a visitarme, pero ahora sé cómo estar simplemente con él, permitirle que tenga su espacio. El miedo ya no forma parte de mi relación con mi amigo.
Es uno de muchos amigos que habitan en mi vida, cada uno con sus propias características: la felicidad, el enfado, la tristeza, la alegría – todos efímeros que se experimentan en el momento. Todos llegan, se quedan un rato – luego se van.
«No hay nada permanente en este malvado mundo— ni siquiera nuestros problemas.» — Charlie Chaplin.
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