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julio 3, 2018
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Un dicho budista famoso dice lo siguiente: La felicidad (sukkha) es todo aquello que se puede soportar con facilidad; el sufrimiento (dukkha) es todo aquello que no se puede soportar con facilidad.
Para mí ésta es la definición más sencilla y directa que conozco.
He dicho en muchas ocasiones que una de las causas más importantes de la infelicidad es la creencia de que deberíamos ser felices. Otra causa es el esfuerzo de perseguir la felicidad combinado con el no saber verdaderamente qué es la felicidad. El hecho es que no podamos crear la felicidad. Sólo podemos crear las condiciones favorables para que la felicidad surja. Es algo parecido a una huerta; no está en las manos del hortelano crear tomates; todo lo que puede hacer es crear las condiciones que favorecen la existencia y el crecimiento de los tomates.
Es de escasa utilidad confundir la felicidad con pasarlo bien. Durante muchos años yo confundía la felicidad con pasarlo bien – empleando el alcohol, otras drogas y persiguiendo a chicas. Simplemente estar conmigo mismo no lo soportaba con facilidad. Estar colocado significaba estar plenamente distraído por una euforia inducida química, hormonal o sexualmente, lo que a su vez significaba que no me sentía “no-cómodo”. Lo único positivo de este estado de pasarlo bien fue que también entendía que se trataba de un estado “de subidón” que sentía cuando salía de marcha – normalmente durante los fines de semana. Igual que muchos, vivía por los fines de semana, lo que significaba desafortunadamente que pasaba la primera parte de mi semana recuperándome.
Existe también una especie de “felicidad falsa” – la gratificación de deseos. El deseo tiene su raíz en la ilusión engañosa de creer que somos nuestro ego y la necesidad subsiguiente de satisfacer el ego que surge de esta creencia. Sin embargo, este tipo de gratificación sólo puede resultar en tener más deseo. Cuánto más queremos, tanto más tenemos; y cuánto más tenemos, tanto más aumentamos el deseo de tener y así, nos encontramos atrapados en un bucle aparentemente interminable de “quererlo-conseguirlo-querer más”, etc. Todo esto de querer y luego conseguir viene acompañado de un factor incorporado de frustración que aumenta con cada repetición y de esta manera por no haber satisfecho todos nuestros deseos adecuadamente, empezamos a experimentar un estado de hambre constante de no estar satisfecho que crea un estado “no satisfactorio”. Este estado “no satisfactorio” que sentimos es la base de todas las cosas que no podemos soportar fácilmente.
Las percepciones erróneas sobre la felicidad pueden volverse especialmente peligrosas cuando confundimos la felicidad con la euforia. Muchas veces he escuchado decir a mis clientes/alumnos (en especial aquellos que acuden para dejar alguna adicción) que tienen la expectativa de sentir euforia como su configuración por defecto. En otras palabras, confunden la euforia con la felicidad porque es sólo en estos momentos cuando experimentan que pueden soportar la vida con facilidad. Perciben la euforia erróneamente como un estado que uno “debería” de sentir. Mientras que no cabe duda de que la euforia es muy agradable – un estado emocionante, acelerado, desconectado, es un estado “de subidón” y no es sostenible. Algo parecido a pasarlo bien. Muchos confunden la euforia con la felicidad. El otro problema con la euforia es que después de un período prolongado de euforia acabamos con el bajón o con una sensación de vacío. Nuestra cuenta emocional se ha quedado en números rojos. Es algo parecido a pagar unas vacaciones con un préstamo del banco. Un vez haya pasado el “subidón” de las vacaciones, nos quedamos con los pagos del préstamo. Esto es una trampa peligrosa que se puede describir como “materialismo espiritual” o “consumismo de la felicidad”. Cuánto más conseguimos, tanto más queremos y nos encontramos oscilando constantemente entre extremos emocionales, subidón y bajón, cada vez con más hambre. Siempre queremos más y más pero perseguir la euforia puede resultar en un sentido profundo de insatisfacción, una especie de depresión leve y nos vuelve más propensos a adicciones.
Así que después de todo lo que he dicho sobre lo que no es la felicidad, ¿Qué puedo decir sobre lo que sí es la felicidad?
La felicidad es un estado mente/cuerpo. Consiste en vivir siendo consciente de “the bigger picture” – la visión global. Las características de la felicidad incluyen un sentido de constancia (los eventos y las emociones que les acompañan, sean “buenas” o “malas”, surgirán y se irán pero siempre vuelvo a este estado anclado – pensando “esto pasará”); espaciosidad en la mente (espacio de sobra alrededor de mis pensamientos – porque sé que soy mucho más que mis pensamientos). También hay paz y espaciosidad en mi corazón (porque sé que soy más que mis sentimientos). Hay un sentido de agradecimiento, de aprecio de estar aquí, ahora mismo. La felicidad está siempre presente en el momento presente. También incluye la aceptación, es decir no me agarro a los momentos buenos; acepto que no siempre me sentiré feliz y que parte de la vida consiste en olvidarme de todo lo que he aprendido, volver a encontrarme perdido en mis pensamientos y como resultado sufrir (pero esto no es permanente porque siempre acabo volviendo a la realidad tarde o temprano).
El estado mente/cuerpo que llamamos la verdadera felicidad no es transitorio; no depende de la suerte; no se basa en la gratificación puramente sensual; no trata con extremos; es constante y omnipresente (aunque no siempre visible). El aspecto más maravilloso es que lo tenemos siempre dentro de nosotros; sólo tenemos que aprender a quitarnos a nosotros mismos del medio para experimentarlo.
Sobre todo es aquello que se puede soportar con facilidad.
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