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junio 7, 2016
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Cuando las ventanas de la percepción están libres de distorsiones, vemos las cosas tal como son – infinitas.
“…lo que ocurre en sí es de poca importancia en comparación con las historias que nos montamos sobre lo que ocurre. Lo que está ocurriendo importa poco, sólo son las historias que nos montamos sobre lo que está ocurriendo lo que nos afecta.” Rabih Alameddine
Mindfulness y la meditación nos dota de la capacidad de tener una “percepción flexible”. La percepción lo es todo.
Cambios efectivos en tu vida no se consiguen con la fuerza de voluntad sólo, sino que también requieren un cambio de percepción. La disciplina es importante en la vida pero la disciplina sólo no es suficiente. Si queremos experimentar un cambio o crecimiento que sea a la vez profundo y duradero, tenemos que cambiar nuestra percepción.
Justo el otro día, durante una sesión sobre mindfulness contextual que impartía en una empresa, uno de los asistentes, una señora profesional de treinta y algo años me preguntó, “así que… ¿cuál es el mayor beneficio que mindfulness y la meditación te han proporcionado en tu propia vida?”
Fue una buena pregunta y durante un momento me quedé mirando en la distancia mientras intentaba buscar la respuesta. No fue que no podía pensar en una respuesta, fue simplemente que no estaba seguro qué respuesta elegir ya que hay tantas, por ejemplo:
Una mejora en mi salud: En mi pasado pasé años con dolor de espalda crónico, muchas contracturas, etc. Gasté una fortuna con fisioterapeutas, osteópatas, quiroprácticos…; también padecí de problemas digestivos constantes. Hoy en día felizmente llevo años libre de estos problemas.
Una mejora en mi conexión emocional: una de las estrategias de supervivencia que aprendí como niño criándose en una familia alcohólica disfuncional, fue la del desapego emocional. Fue una estrategia que, para un niño pequeño sin poder, me ayudó a sobrevivir situaciones emocionalmente abrumadoras. Sin embargo, como adulto, fue extremadamente inapropiado e imposibilitó establecer relaciones con significado más adelante. De hecho destrozó unas cuantas, hiriendo a personas que merecían algo mejor. Ahora soy capaz de experimentar y disfrutar de una conexión emocional. Mi matrimonio de 26 años hubiera sido imposible sin esto.
Mayor paz en mi corazón y cuerpo: Una cosa de la que no me daba cuenta antes de que empezase a meditar, fue que estaba siempre muy tenso, incluyendo aquellos momentos cuando creía que estaba relajado. Fue un choque para mí descubrir que vivía con una tensión poderosa siempre presente en las profundidades de mi cuerpo. No tenía ninguna idea de que estaba ahí. La causa fue mi creencia inconsciente y sin examinar que el mundo fuese un lugar hostil y peligroso. Esto significó en algún nivel que siempre me sentía amenazado y por tanto vivía constantemente con miedo. Mi percepción de la vida ha cambiado; ahora experimento un sentido de asombro y un sentido de conexión con mucha más frecuencia y por tanto estoy mucho menos temeroso.
Mi cabeza se siente bastante menos abarrotada: Cuando empecé a adoptar este camino como una manera de relacionarme con mi vida, me sentí como si mi mente fuese una casa totalmente embutida con un cúmulo de cosas que yo no había metido ahí o al menos no me acordaba de dónde venían. Mi “casa” estaba tan atiborrada que me era difícil moverme. La meditación ha actuado como una especie de limpieza, despeje profundo – creando espacio mental.
Mayor conexión con mi vida y las personas en mi vida: Ahora vivo una vida que nunca imaginé que fuera posible para mí. Tengo la gran fortuna de estar casado con una persona excepcionalmente y profundamente bondadosa y de buen corazón. Tengo hijos que todos parecen estar haciendo su camino por la vida y que esencialmente están felices y centrados. Soy capaz de sacar valor positivo de lo que parecía, al menos a nivel superficial, experiencias profundamente negativas. Gracias a un profundo cambio de percepción ahora estas mismas experiencias negativas ahora enriquecen mi vida a la de aquellos con los que tengo contacto – tanto a nivel personal como profesional.
Siempre he tenido dentro de mí un deseo intuitivo muy profundo para la integración – el deseo de sentirme entero. (Sentí esto durante gran parte de mi vida y actuó como una luz que me guiaba). Sin embargo, esta integración y la paz que lo acompaña se me escapaban durante gran parte de mi vida. Cuanto más intentaba arreglar cosas; cuanto más pensaba en ellas, al pensar más (pensar fue la única herramienta de la que estaba consciente entonces; me identificaba completamente con mis pensamientos), tanto más profundamente parecía que me hundía. Descubrí que el intentar solucionar mis problemas esencialmente emocionales pensando aún más fue como luchar en arenas movedizas; todo lo que ocurre es que te hundes más rápido. Muchas veces me encontraba sintiéndome perdido sin poder hacer nada, pensando obsesivamente sobre por qué no podía parar de pensar obsesivamente.
Mindfulness y sus prácticas contextuales me enseñaron a gestionar mi atención y a emplear mi mente observadora intuitiva que está por encima de emplear tanto mi mente racional que piensa constantemente cuya tendencia es hacer más que estar. La mente que está es el observador, el testigo; también tiene las siguientes características: espacio sin límites y conexión – el espacio en el que los pensamientos surgen constantemente, existen durante un tiempo y luego desaparecen. En vez de juzgar y reaccionar constantemente, aprendí a adoptar la actitud de un científico muy bondadoso y con curiosidad y fui capaz de soltar la convicción de que había una manera correcta o incorrecta de pensar en algún momento en particular y en vez de esto simplemente observar con una actitud de curiosidad abierta, bondad hacia mí mismo con un toque de humor.
Una característica que todas estas cosas tienen en común que resulta de practicar mindfulness y lo que hace posible todos estos cambios es la flexibilidad de la percepción. Mi experiencia es que mucho, sino la mayoría del sufrimiento que experimentamos resulta de la evitación instintiva y habitual de sentimientos que percibimos como “malos”.
Una de las consecuencias de esta aversión es el sufrimiento. El sufrimiento nunca es por lo que ocurre en sí, sino por nuestra reacción a nuestra percepción de lo que ocurre y por consiguiente la reacción a nuestros pensamientos sobre lo que ocurre.
El problema es que la aversión muchas veces está tan arraigada, tan automática y rápida que ni siquiera sabemos que está ocurriendo. Se siente como si simplemente tenemos una reacción instantánea cuando algo ocurre. Nos volvemos atascados en una especie de piloto automático inconsciente; respondemos a nuestras ideas, conceptos y no examinadas creencias a lo que ocurre en vez de responder a lo que ocurre en sí.
Mindfulness así como la actitud de curiosidad abierta sin juzgar, combinado con una actitud de bondad inteligente me permitió ver las cosas de una manera diferente, de cambiar mi percepción. Cuando tu percepción cambia, tú cambias de la manera más natural.
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