alert text
Geoffrey Molloy
Como niños tenemos ningún o poco poder sobre nuestras circunstancias. Dependemos totalmente de aquellas personas que nos cuidan para satisfacer nuestras necesidades. Cuando nos encontramos en una situación más allá de nuestras habilidades limitadas para superarla (una situación emocionalmente demasiado difícil, aterradora o amenazadora), nos adaptamos para “sobrevivir”. Sin embargo, nuestra experiencia está limitada, nuestras […]
junio 23, 2015
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
2 comments
Como niños tenemos ningún o poco poder sobre nuestras circunstancias. Dependemos totalmente de aquellas personas que nos cuidan para satisfacer nuestras necesidades.
Cuando nos encontramos en una situación más allá de nuestras habilidades limitadas para superarla (una situación emocionalmente demasiado difícil, aterradora o amenazadora), nos adaptamos para “sobrevivir”. Sin embargo, nuestra experiencia está limitada, nuestras fuentes de información también. De hecho, la mayor parte de nuestra información procede de las personas que nos cuidan.
La necesidad de montar una historia es frecuentemente la respuesta al miedo, o para escaparnos de sentimientos desagradables como por ejemplo, el miedo a ser abandonado, nunca hacer las cosas suficientemente bien (miedo a ser criticados por nuestros padres), humillación, intimidación, separación de nuestros padres, abuso psicológico, físico o sexual, celos de un hermano.
En todos estos casos desarrollamos una historia para explicar la situación y aguantarla mejor. Esta narrativa normalmente incluye creencias sobre nosotros. A continuación, algunas creencias con las que me he encontrado:
Tales conversaciones pueden convertirse en el prisma inconsciente a través del cual interpretamos y respondemos al mundo.
Cuando somos niños el poder limitado que tenemos significa que las consecuencias de nuestras acciones son proporcionalmente pequeñas. Sin embargo, cuando somos adultos, nuestras decisiones adultas conllevan consecuencias adultas.
Nuestras historias se han madurado para volverse creencias invisibles muy arraigadas y comprendemos y respondemos al mundo a través de la percepción distorsionada de nuestras historias. Respondemos a estas creencias y los sentimientos que generan inconscientemente y en piloto automático.
Cargamos con estas historias como maletas atiborradas que curvan nuestras espaldas, nos hacen cojear y reducen nuestras posibilidades. Limitan nuestras vidas. Eliminan la alegría de nuestras vidas. Estas creencias pueden y muchas veces consiguen sabotear nuestras relaciones, nuestro éxito en el trabajo, incluso nuestra felicidad y bienestar. En esencia, estas creencias limitan nuestras vidas.
Comparto un ejemplo, entre muchos, de mi propia vida:
Creía durante muchos años que “es mejor ser temido que amado”. Recuerdo llegar a esta conclusión con 12 años de edad. No tengo ningún recuerdo de haber experimentado amor por parte de mis padres. Los asilos para niños en los que vivía fueron violentos y llenos de niños (de 6 hasta 16 años) traumatizados. Yo fui uno de ellos. Percibía el mundo como un lugar aterrador y hostil. Tenía miedo… En aquellos sitios había poco lugar y poca oportunidad para experimentar el amor. Para proteger a mis hermanos más jóvenes, y para protegerme a mí mismo, el miedo fue la clave. Sentí en el fondo de mis entrañas que si las personas me tenían miedo, me dejarían a mí y a los míos en paz. Esta creencia y el comportamiento resultante me fueron útiles en esas circunstancias y en ese momento de mi vida, pero posteriormente constituían un desastre absoluto en mis relaciones de pareja. Estaba propenso a ser demasiado complaciente o bien brusco, nada amable y muchas veces distante. A medida que aprendí a meditar, practicar otras disciplinas y experimentar otros procesos, asumí responsabilidad por mí mismo y empecé a ver mis propias narrativas por lo que fueron: creencias inconscientes que me limitaban. No me gustó lo que vi. Sin embargo, cuando empecé a observarlas con curiosidad abierta y amabilidad hacia mí mismo, perdieron su poder. La compulsión fue reemplazada por la elección.
Tendemos a pensar en nuestros recuerdos como una especie de grabación de video de eventos del pasado. Nada podría estar más lejos de la verdad. La tecnología moderna que nos permite observar el funcionamiento del cerebro en vivo ha demostrado que mucho de lo que creemos que son recuerdos es más parecido a un acto de imaginación – recordar un cuento, nuestra historia. El recuerdo del pasado es muy parecido a imaginar el futuro. Es decir hasta nuestros recuerdos están condicionados por el prisma de nuestra historias.
Nuestra vida es un reflejo de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos son la manifestación de nuestras historias.
Hemos creado estas historias, somos responsables para estas historias, entonces, ¿Por qué no cambiar la historia, verla por lo que es, elegir una historia mejor y cambiar de víctima a héroe?
Entonces, ¿Cuáles son las creencias que te limitan?
Si fueras a evaluar tu vida, ¿sentirías que vives según tu mayor propósito o pasión? Si la respuesta es no o si no estás seguro, siguen unas preguntas que podrías hacer:
Es sólo cuando nos tomamos el tiempo de preguntar intencionadamente quiénes somos, qué creencias guardamos sobre nosotros mismos y cómo nos va la vida cuando empecemos el proceso de responsabilidad plena y completa por nosotros mismos y nuestras vidas.
Asumir responsabilidad por nuestras vidas incluye entender por qué hemos hecho las elecciones que hemos hecho, entendiendo que nuestras creencias limitantes conducen la mayoría de nuestros comportamientos.
</> with <3 by Latte
Comentarios de la comunidad
Geoffrey
Hola Charo, Gracias, me alegro que nuestros newsletters te sirven para algo. Te deseo un buen fin de semana Abrazos G.
Charo Vidal
Me gusta mucho leer los correos vuestros, de hecho los voy guardando, por si se me apetece volver a leerlos. Muchas gracias a todo el equipo. Charo Vidal.