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abril 18, 2023
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Hay una historia de los nativos americanos que dice:
Un viejo cherokee está enseñando a su nieto sobre la vida. «Dentro de mí hay una lucha», le dijo al niño.
«Es una lucha terrible entre dos lobos. Uno es el malo: es la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la lástima por sí mismo, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, la mentira, el falso orgullo, la superioridad y el ego». Y continuó: «El otro es el bueno: es la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la bondad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión y la fe. Esta misma lucha también está dentro de ti, y dentro de cualquier otra persona».
El nieto pensó en ello durante un minuto y luego preguntó a su abuelo: «¿Cuál de los dos lobos ganará?
El viejo cherokee respondió simplemente: «Aquel al que tú alimentes».
Esta historia sirve como una poderosa metáfora para nuestro crecimiento personal, pero podría servir igualmente como metáfora social. En una sociedad alcoholizada nos atrae la idea de diversión, ego, ruido, el extrovertido drogado, el pecho hinchado, el fanfarrón, el coche llamativo. Consideramos erróneamente como «héroes» a los que no lo son. Esta actitud es el «lobo malvado» de la historia, aquel que nuestra sociedad alimenta. Basta con mirar a tu alrededor para ver los resultados y el sufrimiento que provoca.
Las verdaderas heroínas olvidadas son las madres y sobre todo, las madres solteras, tal vez abandonadas por una pareja irresponsable por otra; o aquellas que se alejan con sus hijos de una pareja que les hace daño a pesar de las dificultades económicas que esto podría representar. Otro ejemplo: la mujer que mantiene a una pareja aletargada que aporta poco y que es cómoda con que la otra cargue con el peso y la responsabilidad de todo. Tengo el gran privilegio de observar a mujeres así en mi propia vida: sin dramas, sin «mírame» – sencillamente personas totalmente decentes, a menudo trabajando en silencio y con diligencia, sea cual sea su profesión (abogada, médico, periodista, dirigiendo un negocio, tal vez trabajando en un bar, limpiando la casa, cocinando, a menudo con dos o más trabajos) – casi siempre de buen humor, amables y, sin embargo, plenamente ellas mismas. Tienen sus puntos ciegos como el resto de nosotros y los traumas que les han marcado. Estas son las «lobas buenas» que cultivan la generosidad, la bondad y la empatía – algo que nuestra sociedad necesita.
Me siento a la vez humilde y asombrado. Las observo y dudo que yo pudiera llevar semejante carga. Estas son las verdaderas heroínas de nuestra sociedad, olvidadas – en muchos sentidos la encarnación del amor y la compasión. Y, sin embargo, son casi invisibles o no se les tiene en cuenta.
Mi madre, que murió hace poco, podría haber sido clasificada como narcisista. (A nuestra sociedad le encantan estas etiquetas que, al fin y al cabo, son totalmente ficticias). Mientras rezaba por ella y meditaba sobre su vida y mi relación con ella, mi corazón se llenó de una profunda tristeza por todo el sufrimiento que padeció en su vida; por el dolor y la confusión que llevaba consigo y que la moldearon. A su extraña manera, hizo lo mejor que pudo. No sé si existe la reencarnación, pero me encontré rezando con un profundo deseo de que pudiera tener una reencarnación «buena» en la que pudiera experimentar la felicidad, la paz que se le escapó en esta vida.
No apruebo su comportamiento, que tuvo un efecto terriblemente tóxico en mi vida y en la de mis hermanos. Lo cierto es que todos debemos asumir la plena responsabilidad de nuestros actos; nadie más puede hacerlo. Pero la pregunta que me hago es la siguiente: «si yo hubiera sufrido todo lo que ella sufrió, ¿habría sido diferente?» Lo dudo. Ella es tan merecedora de mi amor y compasión como lo son todos los seres, porque al igual que yo (y tú) quería ser feliz y evitar sufrir algo que siempre le fue tan lejano.
Así que, de todo corazón, deseo amor a esas madres que siguen adelante con su propio sufrimiento, soportando una carga insoportable, y que, sin embargo, día tras día proporcionan amor y cuidados de sustento material a sus hijos. Sois verdaderamente las lobas buenas – las heroínas olvidadas.
Os venero a todas, seáis quienes seáis y estéis donde estéis, os doy las gracias por la bondad, el amor y la compasión que aportáis a este mundo. Os veo.
</> with <3 by Latte
Comentarios de la comunidad
Ana Hernamperez
Que bonito que ames y perdones así a tu madre. La mía también falleció hace poco y me cuesta mucho pensar en ella con cariño, no sé cómo perdonarla todo el daño que siento que he recibido. Sin embargo a mi padre le recuerdo con mucho amor. Un saludo