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septiembre 9, 2014
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Ninguno de nosotros es verdaderamente independiente; vivimos más bien en una red de “inter-dependencia”. Muchas de nuestras creencias más profundas y comportamientos fueron moldeados sin que estuviésemos involucrados conscientemente, sin incluso darnos cuenta de ellos. Una estrategia que pudo haber sido realmente útil para nuestra supervivencia (física y emocional) cuando fuimos niños o adolescentes puede convertirse en una fuente de infelicidad crónica posteriormente en nuestras vidas.
Nuestra mente juzga todas las cosas como buenas, malas o indiferentes automáticamente. Es lo que hace la mente. Sin embargo, sólo porque la mente lo juzga de tal manera, esto no significa que verdaderamente sea así. No es más que un pensamiento, un evento mental pasajero. Si algo se juzga como bueno, la mente adopta una actitud de aferramiento. (“Quiero más de esto”. “Tengo que asegurarme de nunca perder esto”). Si juzga algo como “malo” la reacción suele consistir en rechazo. (“¡Aaa! ¡Qué mal huele! ¡Sácame de aquí! No quiero saber nada de esto.”) A veces la reacción incluye el miedo. La tercera reacción – la indiferencia – lleva a dar una reacción de desinterés. Cuando se juzga algo así, casi no se registra en nuestra “radar” mental.
Esta reacción (aferrarse, rechazar o ser indiferente) no sólo ocurre con eventos externos, sino también con nuestros eventos internos como por ejemplo los pensamientos, sensaciones y emociones. Cuando, por ejemplo, juzgamos un sentimiento como “malo”, la tendencia es intentar huir de la sensación desagradable. En otras palabras, nos cerramos a ello, o intentamos distraernos. Desafortunadamente, cuando hacemos esto, cerramos la puerta a la posibilidad de entender y aprender y más importante, nos negamos la posibilidad de cambiar profunda y duraderamente. Nuestro rechazo significa más bien que nos quedamos atascados en una respuesta “autopiloto”. La reacción, la emoción sigue estando ahí pero nos volvemos tan hábiles, tan expertos en suprimirlas y ocurre tan rápidamente que de hecho se vuelve invisible. Actúa como una especie de motor invisible en nuestras vidas que dirige nuestro comportamiento y decisiones pero también actúa como barrera a tener un sentido de conexión, de bienestar o felicidad.
Nos podemos encontrar muy fácilmente atascados en una especie de bucle de vida repetitivo; en las mismas discusiones, en el mismo tipo de relación destructiva, aunque a nivel intelectual somos conscientes que esto no es lo que queremos tener. Parecemos incapaces de pararnos cuando tan sólo unos meses o unas semanas después, nos encontramos una vez más en una situación familiar pero indeseable.
Mindfulness nos puede proporcionar una manera nueva y refrescantemente diferente de cambiar nuestra relación con estos sentimientos y pensamientos incómodos. En vez de reaccionar inconscientemente con nuestro “piloto automático” habitual, aprendemos a observar nuestros pensamientos y también volvernos más conscientes de las sensaciones en nuestros cuerpos a medida que surgen. Empezamos a ver el proceso a medida que se desarrolla (evento > percepción > pensamiento > sensación > otro pensamiento). Si seguimos observando de esta manera – sin intentar forzar algún cambio, así la posibilidad para elegir empieza a abrirse junto con la posibilidad del cambio profundo y duradero – no a través de la fuerza de la voluntad, sino a través de la “intención” – observar sin juzgar, sino con cariño y curiosidad.
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