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La espiritualidad, ¿qué es?

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Geoffrey Molloy

La Espiritualidad – Mindfulness; la Conexión No hemos evolucionado para ver las cosas tal y cómo son. Hemos evolucionado para sobrevivir. Esto (durante la mayor parte de nuestra historia) nos ha proporcionado una gran ventaja; sobrevivimos para procrear y asegurar la existencia continuada de nuestra línea genética. Sin embargo, para la mayoría de las personas […]

agosto 13, 2016

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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La Espiritualidad – Mindfulness; la Conexión

espiritualNo hemos evolucionado para ver las cosas tal y cómo son. Hemos evolucionado para sobrevivir. Esto (durante la mayor parte de nuestra historia) nos ha proporcionado una gran ventaja; sobrevivimos para procrear y asegurar la existencia continuada de nuestra línea genética.

Sin embargo, para la mayoría de las personas en nuestra sociedad la supervivencia, a pesar de ser claramente importante, simplemente ya no es preocupación; nuestra calidad de vida, la felicidad y la autorealización se han vuelto la prioridad.

Si tienes alguna duda sobre esto, pregúntate exactamente cuántos de tus amigos y conocidos verdaderamente están preocupados por tener hambre. Diría que el problema más grande que tenemos en cuanto a la comida es cómo evitar comer demasiada cantidad o demasiada porquería (algo con qué me encuentro muy identificado). El agua potable, tener techo y suficiente calor simplemente no son  problemas en el mundo desarrollado.

A pesar de estos hechos, seguimos atascados en el “survival mode” (modo de supervivencia) y el nivel de consciencia que lo acompaña. Las consecuencias de este simple hecho son devastadoras, tanto a nivel personal como a nivel de la especie. A nivel personal este grado de consciencia es la raíz de todo sufrimiento y para nuestra especie representa su amenaza más traicionera.

La consciencia de la supervivencia se basa en la ilusión de la separación y el miedo que genera. Esencialmente va de la siguiente manera: “todo dentro de este saco de piel soy yo; tiene la prioridad y tiene que sobrevivir ─ cueste lo que cueste.” Esto resulta en el “yo”, el “mí”, y lo “mío” que se manifiesta como el fenómeno del “universo-centrado-en-mí” (mi vida, mis deseos, mi éxito, mis problemas, mi pasado, mi futuro, etc.) Está inextricablemente entrelazado con el ego. A través del prisma de la supervivencia la mente racional percibe todo, o como algo “bueno”, a lo que nos intentamos agarrar por miedo a perderlo, como algo “malo” que da pie a la aversión o finalmente a la indiferencia (ni siquiera me fijo en ello).

El precio de esta mentalidad de la supervivencia ─ este nivel de consciencia “tamaño guisante” es que nos volvemos fácilmente esclavos de nuestras mentes racionales y fácilmente manipulados por los intereses comerciales. Nuestros pensamientos son sólo acontecimientos mentales que surgen, existen un rato y luego desaparecen. Nos olvidamos de que nuestros pensamientos no son más que una colección de ideas sobre lo que somos y no quiénes somos.

A medida que nos encontramos cada vez más esclavos de nuestras mentes racionales, perdemos contacto con el milagro de nuestra existencia; nos volvemos ciegos ante la “magia ordinaria” de la vida.

Una manifestación de esto es nuestra educación. Hemos sido enseñados desde la niñez a esforzarnos, tener éxito, estar siempre ocupados. Nos dicen que tenemos que lograr cosas; siempre tenemos que “llegar a algún sitio”. Todo esto nos mantiene estresados, siempre ocupados, distraídos y desconectados con nuestra habilidad de estar plenamente en el presente. Si nos sentimos insatisfechos con nuestra vida, es porque no la estamos viviendo plenamente. Nos encontramos constantemente persiguiendo la felicidad que parece estar siempre detrás de otra colina. La mayoría de nosotros tenemos momentos en nuestras vidas cuando volvemos a estar plenamente en el presente. Para algunos es cuando hacen ejercicio; para otros ─ cuando tocan música; para otros es cuando están en la playa. Estos son los momentos cuando nuestra atención está plenamente en donde estamos, completamente en el presente; normalmente es cuando nos sentimos más realizados.

Como niños todos probablemente hayamos experimentado un sentido poderoso de asombro con el mundo. Es una experiencia disponible para nosotros durante todas nuestras vidas. Pero a medida que nos hacemos “mayores” perdemos en gran parte ese sentido de asombro. Parece que nuestras vidas son “demasiado importantes”; nos han dicho que tenemos que ser serios. Saltamos a la rueda de hámster de la vida donde podemos volvernos aún más “serios”; estamos siempre ocupados; tenemos ambiciones y problemas; la vida se vuelve una rutina; las cosas se vuelven aún más tediosas. La vida se vuelve bidimensional.

Cuando, durante un instante, quitamos nuestra atención de la rueda de hámster, impulsados por el flujo constante y compulsivo de nuestros pensamientos, entonces de repente encontramos que nuestras mentes se abren a algo mucho mayor: la maravilla de la vida, de la existencia. Nos encontramos fuera de nuestros pensamientos y creencias habituales – los de nuestra familia, del dogma y de la sociedad. Nos vamos más allá de la ilusión de la separación y en vez de esto, experimentamos la conexión. “Yo”, “mí” y lo “mío” todos desaparecen y experimentamos la vida en toda su riqueza, sus muchas dimensiones, texturas, profundidades y significados que normalmente pasan desapercibidos.

La vida moderna está llena de distracciones seductoras y centelleantes, pero esencialmente vacías. Incluso si tenemos diez cosas importantes en nuestra lista de cosas de hacer, probablemente estemos haciendo una cosa y a la vez estemos preocupándonos por las otras nueve cosas. Cuando estás en la calle, en el metro o prácticamente en cualquier sitio, ¡observa! Las personas no están presentes. De hecho, están escasamente conscientes de lo que les rodea andando con la nariz metida en el móvil. Cuando comen con amigos, se comparte poco; pocos en la mesa están en el presente – las cabezas agachadas alimentando su compulsión a los móviles. Porque es sólo cuando estamos presentes en el momento, en su simplicidad y quietud que reconectamos con el asombro y la magia – el sorprendente milagro de nuestras vidas; la “magia ordinaria” cotidiana de la vida en este planeta hermoso.

La espiritualidad es simplemente estar despierto en el momento presente; en experimentar nuestras vidas al máximo, apreciar lo impresionante que es estar vivo; es apreciar el privilegio de nuestro breve tiempo aquí, apreciar nuestro planeta, nuestro universo.

La espiritualidad no es huir del tedioso mundo físico; es cultivar la habilidad de estar plenamente presente, despierto, con plena atención y poder responder a todas las muchas circunstancias variadas de la vida. Esto es la esencia de la práctica espiritual y de la autorealización. Las personas con la mayor realización espiritual son aquellas personas que están “plenamente aquí”, capaces de responder a cualquier situación con una atención expansiva, con un nivel de consciencia muchísimo mayor que la de “tamaño guisante” de la supervivencia; son capaces de ir más allá del “universo-centrado-en-mí” y de apreciar el sentido de conexión fundamental entre todas las cosas.

Las consecuencias de la consciencia “tamaño guisante” están bien a la vista para todo el mundo, el calentamiento global, la corrupción desenfrenada, el sufrimiento causado por la avaricia inmensa, el envenenamiento de nuestro planeta, el consumismo intolerable y la infelicidad ─ siempre en aumento.

Einstein dijo: “No podemos resolver problemas si empleamos el mismo nivel de consciencia que los creó.”

Por el bien de nuestros hijos y nietos, por el bien de nuestro futuro colectivo tenemos que elevar nuestro nivel de consciencia; todos tenemos que volvernos más espirituales.

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