alert text
Geoffrey Molloy
Hace casi más de cuarenta años cuando aún lucía una “melena” estupenda, tenía una novia que se llamaba Jo. Ella no bebía, no fumaba ni tomaba drogas y a pesar de esto era una de las personas más felices y divertidas que conocía. Era ese tipo de chica en la que todos se fijaban en […]
enero 15, 2019
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
no comments
Hace casi más de cuarenta años cuando aún lucía una “melena” estupenda, tenía una novia que se llamaba Jo. Ella no bebía, no fumaba ni tomaba drogas y a pesar de esto era una de las personas más felices y divertidas que conocía. Era ese tipo de chica en la que todos se fijaban en las fiestas. Era, en muchas maneras, el polo opuesto a mí en aquella época ya que yo dependía prácticamente siempre del consumo de sustancias químicas y otras “cosas” para hacerme sentir “feliz” (en aquella época no me daba cuenta que pasarlo bien no era lo mismo que ser feliz). Una vez en la primavera, cuando guardaba su ropa de invierno me fijé que metía dinero en los bolsillos de un abrigo. Me picó la curiosidad y le pregunté por qué lo hacía. Me explicó que fue un regalo para su “Jo del futuro”. Se imaginaba lo agradable que sería la sorpresa de encontrarse ese dinero cuando menos lo esperaba. Cuando hablaba de sí misma en el futuro hablaba en tercera persona.
Pensé en esto el otro día cuando escribía sobre la auto-compasión y en cómo su percepción y por tanto su planteamiento hacían que la felicidad fuera radicalmente diferente a la mía. Al principio sus acciones las veía como “cosas de chicas” y algo tontas. Más adelante sus acciones y la actitud que resultó de aquellas acciones empezaron a intrigarme.
Tardé bastante tiempo en entender la lección y aún más tiempo en aplicarla a mi propia vida.
Muchos de nosotros ya sabemos que deberíamos de ser más bondadosos, generosos y más dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos pero puede parecer difícil o incluso imposible actuar de esta manera. Tenemos que vencer la sensación de que no merecemos esa bondad y consideración. Sentimos en nuestras entrañas que si no somos severos con nosotros mismos todo lo demás se colapsará. Nos podemos encontrar en un bucle negativo, revisitando todas las cosas tontas que hemos hecho. Cuando nos percibimos a nosotros mismos de esta manera bárbara, entendiblemente nos hace sentirnos como una mierda.
Cuando somos tan críticos con nosotros mismos, no nos apetece demasiado cuidar de nosotros mismos. ¿Por qué molestarnos? ¿Por qué molestarnos en emplear hilo dental, hacer nuestra propia cama o limpiar nuestros zapatos? ¿Por qué molestarnos en cuidar bien de nosotros mismos? Si te cuesta ser bondadoso contigo mismo en tales momentos, entonces ¿qué pasa con el “tú” de dentro de una semana, de un mes o de un año? ¿Y qué pasaría si tú también, igual que Jo, podrías considerar al tú del futuro como un visitante futuro que valoras en tu vida, merecedor de bondad y compasión? ¿Y qué pasaría si tú, como Jo, podrías llegar a pensar en regalos chulos para “él” o “ella” (el yo del futuro) – cosas que le harán sentirse querido y bien cuidado cuando llegue?
Puede tratarse de un gesto tan pequeño como emplear hilo dental, limpiar tus zapatos o algo tan importante como dejar el tabaco o el alcohol o simplemente salir de una relación tóxica porque no quieres que el tú del futuro sufra tanto como el tú en el presente.
Si te cuesta hacer algo bonito para ti mismo, ¿sería posible entonces hacer una cosa buena para este visitante “tú” del futuro? ¿Para ese desconocido fascinante, sin culpa que un día tendrá que vivir en el mundo que estás creando para él o ella hoy? En otras palabras, tú eres la persona que está haciendo la cama hoy pero él o ella será la persona que va a acostarse en ella. Así que sé bueno con él/ella hoy. Sé bondadoso con él/ella todos los días.
Recuerda, eres el mejor amigo/a que tiene. Cuida de él/ella.
</> with <3 by Latte
Comentarios de la comunidad