alert title

alert text

El peligro de poner nombre a las cosas

Foto destacada de la publicación

Geoffrey Molloy

Tenemos que ver el mundo y las personas por lo son verdaderamente, no sólo los nombres y las etiquetas que se ponen.

junio 5, 2024

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

no comments

Una vez que nombramos algo, en gran medida dejamos de verlo. Tratamos la idea, el concepto o el modelo mental como si fuese la cosa real y no una simplificación, normalmente un modelo muy limitado de la realidad.

En términos evolutivos, nuestros grandes cerebros (comparados con los de otros animales) son un lujo muy caro. Nuestros cerebros representan aproximadamente el 2% de nuestro peso corporal y entre el 20% y 25% de nuestro presupuesto energético, y más o menos lo mismo en cuanto a nuestro consumo de oxígeno. Otro dato interesante es que el cerebro del homo sapiens moderno (hoy en día) es más pequeño que el de nuestros antepasados de hace 50.000 años. Este hecho para muchas personas es contraintuitivo. Lo que esto significa, nadie puede decirlo definitivamente. 

Nuestros cerebros son plásticos, lo que significa que responden y se adaptan a los estímulos. Cualquier actividad significativa que repitas cambiará tu cerebro.

Existe una presión evolutiva constante por la eficiencia, es decir, por hacer el mejor uso posible de los recursos. Un ejemplo de ello es nuestro uso de los modelos mentales, de las percepciones. Nuestra mente racional no se ocupa de la experiencia directa del mundo físico, sino que trabaja con nuestra percepción, nuestros modelos del mundo físico. La capacidad de la mente racional para hacer esto es maravillosa; la ciencia, la tecnología y la industria sencillamente no existirían si no fuese por esta característica de nuestros cerebros. Por supuesto, tampoco existiría la religión.

Por maravillosa que sea esta capacidad de conceptualizar, también es un arma de doble filo. Puede ser una forma muy útil y más eficiente energéticamente de gestionar nuestra relación con el mundo físico, pero hay un problema: una vez que nombramos algo, en gran medida dejamos de verlo. Tratamos la idea, el concepto o el modelo mental como si fuese la cosa real y no una simplificación, normalmente un modelo muy limitado de la realidad.

También caemos en la trampa de confundir el conocer el nombre de algo con entenderlo realmente. Conocer el nombre es en realidad una parte pequeña y en gran medida insignificante del todo, sólo la parte visible del iceberg. Esto puede resultar cómico en sus limitaciones.

Para los jóvenes, la percepción de sus padres se limita a una especie de «mamá» y «papá» de cartón recortado en dos dimensiones. No pueden ver la vida que han llevado sus padres, su historia, su camino, su miedo, sus esperanzas o su experiencia; son simplemente «mamá» y «papá».

También cualquiera que entienda realmente este proceso de nuestros modelos mentales puede piratearlo, y crear lo que el filósofo Dan Dennett llamó ideas parasitarias.

Lo vemos, por ejemplo, en la política, donde dejamos de ver a los demás como personas reales con vidas, esperanzas, miedos, historias y una mezcla de características buenas y no tan buenas. En su lugar, nos lavan el cerebro con ideas parasitarias para que simplemente percibamos o la «izquierda» o la «derecha»; buenos y malos. Muchos creen absurdamente que de algún modo ellos tienen un derecho exclusivo o una conexión con la «verdad» con V mayúscula. Los demás que no comparten su punto de vista o visión son menos que ellos, humanos menos dignos o no humanos en absoluto. Deshumanizar a las personas es siempre el primer paso hacia la atrocidad, hacia la justificación del genocidio. La realidad es que todos tenemos mucho más en común que diferencias. Todos queremos ser felices y no sufrir. Esto es cierto independientemente de tu etnia, religión, nacionalidad o posición política.

Si tú y yo queremos que el mundo sea un lugar mejor para nosotros, nuestros hijos y nietos, debemos despertar y ver. Tenemos que ver el mundo y las personas por lo son verdaderamente, no sólo los nombres y las etiquetas que sólo sirven para hacernos más estúpidos y más ciegos.

Debemos relacionarnos con nuestras vidas y relaciones con mindfulness, con curiosidad abierta, con cariño, sin tomarnos nunca demasiado en serio. Cuando veamos realmente el milagro de estar aquí, ahora, vivos, con la capacidad de apreciar, sentiremos agradecimiento de forma natural. Debemos dejar de ver las cosas en blanco y negro, monocromas, dejar de creer que de algún modo nosotros o nuestro grupo tenemos una conexión exclusiva con la «verdad». En lugar de ello, ser capaces de sostener cualquier punto de vista con ligereza y estar preparados para cambiar cuando cambie la evidencia; guiarnos por el cariño y la compasión, en lugar de por la necesidad de tener razón; ver lo que tenemos en común, que siempre es más que nuestras diferencias; superar la persistente ilusión de separación. Cada uno de nosotros tiene esta capacidad; sólo tenemos que alinearla con nuestra intención.

Te deseo paz, salud y felicidad desde Finca las Bardas.

Comentarios de la comunidad

No comments found.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Enviar

</> with <3 by Latte