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abril 12, 2022
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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¿Has experimentado alguna vez uno de esos días en los que todo es perfecto, sale perfecto y se siente perfecto? El domingo pasado fue uno de esos días y me gustaría compartirlo con vosotros. Es el día cuando Rhea y yo normalmente damos un paseo y meditamos juntos.
Después de levantarnos tarde, desayunar relajadamente y haber verificado el estado de la marea, decidimos dar un paseo por los acantilados de Liencres. Llegamos sobre las diez y media.
Había gente pero no demasiada. La temperatura era perfecta y la suave brisa susurrante nos refrescaba. El sol calentaba de manera muy agradable, avivando todo. Con mis pantalones de verano y camisa de algodón, me sentía muy cómodo. Los colores del mar – tan azul, tan verde, tan blanco. El cielo azul claro infinito pintado con flecos finos de nubes blancas; el retumbo y estruendo de las olas al pie del acantilado se sentía más que se escuchaba. Al fondo, los Picos de Europa cubiertos de nieve, contrastan con un primer plano de los niños brincando en la arena y el mar. Los surfistas esperando tranquilamente la próxima ola o ya surfeando la ola con euforia. Entre las montañas y el mar – el verdor esmeralda de los prados, colinas y mieses.
El suave placer de simplemente estar; dejar fluir las cosas; nuestra conversación intermitente, normalmente para compartir algo que hemos visto o encontrado, intercala el silencio amigable amoroso. Hay amor aquí; todo es amor.
Sobre el acantilado y a cada lado del camino, una alfombra ondulada de flores, de color blanco, amarillo, malva, rosa. La perfección de los pétalos diminutos contrastan con el negro y naranja de los abejorros rechonchos revoloteando haciendo su labor.
Otras personas, parejas, grupos de amigos – algunos para hacer ejercicio, otros simplemente para disfrutar de la costa, pasear y charlar; otros con sus narices pegadas al móvil sin apreciar nada. Cada persona con su historia, su sufrimiento, sus esperanzas y su felicidad. Luego los perros – locos, felices, corriendo de un lado para otro, persiguiendo, atrapando, socializando o simplemente chapoteando en las olas – pura alegría. Todos estos seres comparten este momento único con nosotros.
Estoy plenamente en el momento presente, la mente casi perfectamente quieta, fijándome en el inmenso sentido de agradecimiento que llena cada célula de mi cuerpo; tengo un sentido profundo de asombro; soy consciente de mi propia mortalidad y de la impermanencia de todas las cosas. Todo esto hace que cada momento único sea más intenso, más valioso. No hay pasado; no hay futuro – sólo este momento. Me regodeo en mis sentidos.
Qué afortunado de estar vivo y consciente y además reconocerlo y apreciarlo. El milagro de la existencia de la vida que damos por sentado.
Vivir conscientemente en ese momento divino cuando la ilusión de la separación se desvanece y se transforma y la interconexión profunda con todas las cosas se convierte en una experiencia directa.
Esta Semana Santa, sal fuera y simplemente fíjate.
</> with <3 by Latte
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