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El Apagón

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Geoffrey Molloy

Con el apagón esperaba el caos, pero lo que observé fue algo muy diferente. Las circunstancias inusuales parecían sacar lo mejor de todos.

mayo 6, 2025

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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Muchas veces he pensado que gran parte de las enfermedades, sufrimiento y adicciones que padecemos en nuestra sociedad son, en realidad, la respuesta de personas normales que hacen lo mejor que pueden para adaptarse y vivir en un entorno tóxico. El hecho es que los seres humanos hemos creado una sociedad que es en gran medida tóxica para nosotros mismos y para la mayor parte del resto de la vida con la que compartimos este planeta, ya sean plantas, insectos o animales.

El apagón pareció confirmarlo.

El apagón nos pilló a Rhea y a mí en Andalucía. Habíamos estado visitando a familia y amigos y luego trabajando en una empresa en un polígono industrial en Algeciras.

Todo empezó con un corte de luz en la habitación del hotel. El personal de recepción nos dijo que afectaba a todo el polígono y, unos minutos más tarde, a toda España y luego a toda Europa. Me fijé en que nuestras conexiones móviles e Internet eran irregulares. Me dio un poco de miedo, como si estuviéramos al comienzo de una película post-apocalíptica, que a menudo empiezan con un corte de luz y de comunicaciones.

Cuando salimos, nos dimos cuenta de que nuestro navegador (Google Maps) tampoco funcionaba. Todos los restaurantes y cafeterías estaban cerrados; los semáforos no funcionaban.

Esperaba el caos, pero lo que observé fue algo muy diferente. Las circunstancias inusuales parecían sacar lo mejor y más humano de todos nosotros. La gente ayudaba espontáneamente a dirigir el tráfico; los conductores parecían más corteses; la gente trabajaba de forma amable y colaborativa conmigo y con los demás. Era como si eliminar algunas de las causas fundamentales de la “enfermedad moderna” hubiera aliviado los síntomas. La “enfermedad moderna” que todos padecemos entró en remisión. En los días posteriores al apagón, creo que, al igual que yo, probablemente habéis visto muchos vídeos de cómo interactuaba la gente cuando no había conexión móvil ni internet. Volvemos a una escala y una forma de relacionarnos más humanos, más naturales.

Empecé a preguntarme por qué imaginaba que el caos sería el resultado más probable del apagón. Me di cuenta de que mis percepciones y expectativas habían sido moldeadas por las imágenes de saqueos y disturbios en Estados Unidos durante colapsos similares de la infraestructura.

Durante muchos años hemos sufrido una especie de lavado de cerebro que nos dice que los cambios estructurales y tecnológicos masivos en nuestra sociedad son para mejor. En realidad, el impacto sería mucho más positivo y beneficioso si estuviera impulsado por la compasión, la bondad y el deseo de aliviar el sufrimiento de todos los seres, en lugar de por la avaricia, la prepotencia y los beneficios a cualquier precio. Las personas que impulsan esta revolución tecnológica conocen el precio de todo, pero no valoran nada.

El apagón ha sido un recordatorio oportuno de la verdadera fragilidad de nuestra sociedad, de la impermanencia. Lo que damos por sentado debe ser sostenido por cada uno de nosotros, trabajando juntos para marcar una diferencia positiva dentro de nuestro círculo de control e influencia. No debemos dar por sentada la cultura y la profunda humanidad de este maravilloso país, España, en el que tengo la gran suerte de vivir desde hace más de treinta años.

Comparto el sentimiento de Toni, miembro de nuestro grupo de meditación matutina: “Es una pena que tengamos que pasar por esto para relacionarnos bien con un vecino”.

Paz, Salud y Felicidad.

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