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Geoffrey Molloy
No es la felicidad la que trae el agradecimiento, sino es el agradecimiento, el que trae la felicidad. Entre todas las prácticas y actitudes que podemos adoptar y practicar, el agradecimiento es probablemente la más efectiva. Puede que, a primera vista, parezca una tontería o incluso religioso. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que […]
octubre 17, 2018
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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No es la felicidad la que trae el agradecimiento, sino es el agradecimiento, el que trae la felicidad.
Entre todas las prácticas y actitudes que podemos adoptar y practicar, el agradecimiento es probablemente la más efectiva. Puede que, a primera vista, parezca una tontería o incluso religioso. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que las personas más agradecidas son más felices. Si esto no es suficiente, también reduce el estrés dañino, mejora el sistema inmunológico; también mejora el sentido de bienestar, mejora nuestras relaciones y mejora la calidad de sueño y salud cardiovascular.
He hablado en varias ocasiones de las dos partes (fundamentales) de la mente: la Mente Racional (la “voz” – ese flujo constante de pensamientos y la Mente Observadora – la parte capaz de experimentar el momento presente directamente, tener una visión global y capaz de observar nuestros propios pensamientos.
La Mente Racional es “el Rey” en la cultura occidental. Es nuestra mayor fuerza y a la vez nuestra mayor debilidad. En la cultura oriental es al revés: la Mente Observadora” es “el Rey”.
La verdadera sabiduría yace en encontrar el punto de equilibrio entre estas dos mentes – el camino de en medio. Esto es exactamente lo que enseñamos en nuestros programas de formación sobre la resiliencia emocional y mental.
El mundo occidental en gran medida ha ignorado la Mente Observadora y ha elevado la Mente Racional a un pedestal. La mente racional favorece modelos simplificados. Por tanto los aspectos nada lineales, “desarreglados” y algo borrosos de la existencia humana, como por ejemplo, las emociones, los sentimientos, el sufrir menos y sentirnos más felices – todos claramente aspectos imprescindibles para la salud – fueron abandonados por la ciencia en gran medida y dejados para el mundo de la religión. Tristemente los intereses de la propia organización religiosa tienen precedencia sobre el bienestar y la felicidad del individuo. Esto es el caso, tarde o temprano, para todas las religiones.
A lo largo de los últimos treinta años, esto ha empezado a cambiar. La ciencia ha investigado, sistematizado y demostrado la efectividad de gran número de ideas, conceptos y prácticas budistas. A la vez existe un esfuerzo para secularizarlos y hacer que sean más fáciles de comprender por parte de mentes occidentales. Éstas incluyen, por ejemplo, la compasión (para otros y para ti mismo), la bondad y el agradecimiento – entre otras prácticas.
Una excelente manera de empezar es con el agradecimiento. Para mejorar la calidad de tu sueño, haz como costumbre sentir agradecimiento por todos los aspectos de tu vida, incluyendo estar vivo – ¡en sí – un milagro! Mantén un diario de agradecimiento en el que puedes apreciar las cosas maravillosas de tu vida a la vez que las experiencias difíciles y lo que has aprendido de ellas. Fíjate en esos momentos de “bondad” natural: fíjate en el cielo, la alegría de un niño, la sonrisa de alguien cercana; una brisa que refresca, el sol en la cara, una flor, el sabor refrescante del agua fría, la sensación de tus sábanas cuando te acuestas en tu cama al final del día; un abrazo, una sonrisa. La lista no tiene fin.
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