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mayo 17, 2017
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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A veces la vida puede parecer como si hubiéramos subido a un tiovivo que va cada vez más rápido. A veces sólo queremos que pare un momento; nos gustaría simplemente bajar, incluso si fuese durante poquito tiempo. Sin embargo, el mundo en que vivimos y trabajamos es mucho más acelerado y desconectado que el mundo de mi niñez y juventud. Pensé que esta idea se debiese tal vez a mi edad pero en los cursos que imparto, he descubierto que muchas personas, incluso las que tienen la mitad de mi edad, se sienten de la misma manera. Justo cuando pensamos que las cosas no pueden ir más rápido o volverse más desconectadas, otra tecnología más ─ nueva o perturbadora se explota en nuestro mundo, lanzándonos en un futuro aún más impredecible. Sentimos que no podemos seguir el paso pero tampoco podemos aflojar el ritmo. Perdemos el norte y dejamos de sentirnos centrados. Ojalá tuviésemos una especie de refugio, un lugar de descanso dónde poder pausar, respirar un par de veces y refrescar nuestra perspectiva.
Las maravillosas noticias son que todos tenemos justo esto dentro de nosotros mismos. Sólo tenemos que elegir entrar dentro. Así que… ¿Por qué no hacemos esto? Nos encontramos seducidos y atrapados por nuestros pensamientos. Nos olvidamos de que somos mucho más que nuestros pensamientos. Nos olvidamos de que los pensamientos no son más que esto: sólo pensamientos – eventos mentales que surgen, existen un rato y luego desaparecen. En vez de esto, creemos la película compulsiva y morbosa que estos pensamientos crean en nuestra pantalla mental. La película es muy absorbente, irresistible; se llama “Yo, mi vida, mi sufrimiento, mis deseos, mi futuro, mi pasado”. El argumento cambia según cómo nos sentimos en el momento. Cuando nos sentimos bien, tenemos confianza en que habrá un final feliz. Cuando nos sentimos mal, nos aseguramos un final desastroso.
Intentar sentirnos centrados en esta película, en este flujo de pensamientos siempre en cambio, es parecido a intentar encontrar el sentido en las olas pequeñas encima del agua de un lago. Existe una alternativa si tan sólo eligiésemos verlo. Es nuestro verdadero centro: la mente observadora. Se trata de aquel espacio alrededor de nuestros pensamientos; es lo que hace posible observar nuestros pensamientos; es el cielo azul infinito de la mente observadora que contiene la totalidad de nuestra experiencia de la que las “nubes” ─ nuestros pensamientos ─ forman sólo una parte. Este campo espacioso infinito de consciencia siempre está ahí ─ tan grande, tan amplio que abarca toda tu experiencia. Siempre nos ha acompañado ─ siempre tranquilo; no critica, simplemente observa. Es un lugar de descanso natural.
Por mucho que nuestros pensamientos cambien, por mucho que nuestro ego se haya desarrollado, el observador ha permanecido tan constante como el cielo azul infinito. Es el mismísimo observador que observaba cuando teníamos tan sólo tres años. Es el mismo observador que nos acompañaba cuando éramos adolescentes. Nos acompaña ahora y siempre nos acompañará ─ profundamente tranquilo, sin dejarse perturbar, observando.
Elige entrar en este lugar de descanso natural. Pon el despertador para recordarte varias veces al día de elegir entrar en este lugar de descanso natural – el lugar del observador, tu verdadero centro. Coge entre 3 y 5 minutos y simplemente observa, sin juzgar, con curiosidad abierta, bondad y humor. Fíjate en tus sentidos: en lo que escuchas, lo que ves, lo que hueles, lo que tocas, cómo te sientes ─ las sensaciones en tu cuerpo. Los pensamientos surgirán inevitablemente; simplemente observa cómo llegan, existen un rato y luego desaparecen, sin dejar rastro.
Si haces esto abres la puerta a la experiencia de la sensación milagrosa de simplemente estar vivo. Cuánto más observes, tanto más ves; verás lo asombroso que es la vida, el maravilloso regalo de estar aquí ahora mismo. El ego, la ilusión de estar separado de todo, se esfuma. En su lugar te encuentras con un profundo sentido de conexión, de plenitud, de sentir cómo formas parte de todo. Te dejo con las palabras de William Blake:
“To see a World in a Grain of Sand,
And a Heaven in a Wild Flower,
Hold Infinity in the Palm of your Hand
And Eternity in an Hour.”
Traducción:
«Ver un Mundo en un Grano de Arena,
Y un Cielo en una Flor Silvestre,
Sujetar el Infinito en la Palma de tu Mano
Y la Eternidad en una Hora.»
Autor: Geoffrey Molloy
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