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mayo 29, 2018
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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El mundo que vemos ahí fuera, el mundo que hemos creado no es más que un reflejo, una proyección de nuestro mundo interior: el calentamiento global, la corrupción, la violencia, la avaricia, la compasión, la bondad, el perdón, el amor – todos, primero los creamos dentro de nosotros antes de manifestar lo mismo en el mundo material.
No tienes que buscar demasiado lejos para encontrar noticias en cuanto a cómo nuestra especie está destruyendo la única casa que tenemos. Según “The World Wild Life Fund” sólo desde 1970 hemos destruido más del 30% de todos los bosques y más o menos el mismo porcentaje del ecosistema marino. Esta destrucción es el resultado directo del aumento de la población y su deseo por comodidades. Tal vez lo más dañino es lo de anhelar tantas cosas que ni siquiera necesitamos, pero nos han lavado el cerebro para desearlas, simplemente para satisfacer el deseo de ciertos individuos de aumentar su riqueza personal ya obscena.
Sin embargo, la destrucción más peligrosa de todo lo que está ocurriendo y que se comenta muy poco, es la destrucción lenta de nuestro sí interior. Han conseguido secuestrar nuestra atención para que estemos permanentemente atrapados en una actividad compulsiva, frenética, incluso llena de temor y ansiedad. Estamos perdiendo nuestra capacidad de ir más despacio, de estar más tranquilos, de reflexionar, contemplar; estamos perdiendo la habilidad de simplemente quedarnos sentados en silencio y estar sin hacer nada durante 15 minutos.
El empleo cada vez más sofisticado y exitoso de dispositivos electrónicos, internet y medios sociales para capturar y acaparar nuestra atención significa que nos estamos perdiendo a nosotros mismos, mermando nuestra habilidad de saber quiénes somos y lo que es verdaderamente importante para nosotros. En vez de esto, nos estamos convirtiendo en piezas sin pensar, mindless, en una máquina masiva destructiva global – nuestros cerebros lavados para que respondan compulsivamente a la velocidad, ruido y urgencia artificial del mundo conectado.
¿Cómo podemos afrontar esto?
A nivel personal, podemos aprender a gestionar nuestra atención. Podemos hacer esto si introducimos mindfulness y la meditación en nuestras vidas. También podemos conseguir cambiar las cosas en el trabajo, en casa, cuando jugamos.
Siguen algunas ideas y experiencias que puede que encuentres útiles:
Cuando vivía en Hong Kong, trabajaba en un centro de meditación. Todos estábamos centrados en nuestros muchos proyectos diferentes. Hong Kong es la ciudad más acelerada donde he vivido y fue fácil verme envuelto en el ritmo frenético de la vida ahí. Para combatir esto, tuvimos lo que llamamos “Control del tráfico”: cada hora durante 10 minutos sonaba música preciosa por todo el edificio.
Todos dejábamos de hacer lo que hacíamos y después nos centrábamos de nuevo. ¿Podrías hacer esto en tu lugar de trabajo?
Si eres jefe o si tienes la posibilidad de hacerlo ¿qué tal crear una sala de tranquilidad – un sitio para la reflexión, la contemplación o simplemente para el silencio – una sala libre de comida, ordenadores, móviles, cualquier dispositivo electrónico?
En casa fija una hora por la tarde en la que toda la familia esté libre de dispositivos electrónicos – nada de televisión, móviles, juegos… sólo algunas personas pasando un tiempo en tranquilidad juntos.
Asegura que todas las comidas, estén “desenchufadas” – libres de móviles, televisión, etc.
Antes de empezar una reunión, ¿qué tal empezar con tres – mejor aún cinco minutos de silencio en que todos pueden centrarse en sí mismos en el momento presente?
Planifica veinte minutos o media hora al día alguna actividad libre de dispositivos electrónicos – por ejemplo, una caminata sin tu móvil o tan sólo veinte minutos de quedar sentado/a, observando el campo o en el parque.
¿Qué tal media hora desenchufado/a en la piscina?
Sé de mi propia experiencia y de enseñar a otros, lo difícil que puede ser no hacer nada; nos volvemos conscientes de nuestra agitación, nuestro deseo para la distracción – cualquier distracción. Puede que parezca difícil cambiar en los principios pero con un poco de intención y determinación, nos podemos liberar de la esclavitud del mundo compulsivo, frenético, conectado.
Y si nos cambiamos un poquito en nuestro interior, entonces puede que podamos empezar a cambiar lo que está ahí fuera.
Autor: Geoffrey Molloy
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