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octubre 20, 2020
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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El camino hacia la autorealización consiste en aprender a soltar y pasar página.
Todos, en mayor o menor medida, nos hemos rechazado a nosotros mismos y adoptado un “personaje” para poder arreglárnoslas en la vida. ¿Cómo es ese personaje? Eso dependerá en gran medida de las decisiones sobre las que hemos tenido poco control: tomadas por nuestros padres, familias, maestros, profesores. Nos adaptamos simplemente y adoptamos un personaje − una manera de ser que nos ayudó hacer frente a la vida.
El problema es que nos olvidamos de que esa no fue más que una estrategia − un personaje que creamos para poder arreglárnoslas; en vez de eso acabamos creyendo que somos ese personaje y nos agarramos a las “certezas” que este personaje cree. Creemos que somos ese personaje, incluso cuando nos causa sufrimiento e infelicidad.
Cuando emprendemos el camino del crecimiento personal y avanzamos en el camino hacia la autorealización, llegamos a un momento que puede darnos miedo: es el momento cuando tenemos que dejar ir al personaje, darnos cuenta del poco control que tenemos sobre cualquier cosa, y cómo el agarrarnos a nuestro “personaje y certezas”no mantiene nuestra vida en orden, sino que nos impiden avanzar más bien. Aquí es cuando empezamos a confiar en el universo, en el proceso de la vida.
Puede que este momento te haga sentir como si estuvieses al borde de un precipicio. Dar un paso adelante puede parecer que vas a morir, como si todo se borrase y dejase de existir. Esto no es más que el miedo al miedo de lo desconocido.
Existe un elemento de muerte en este proceso pero no es más que una pequeña parte de tu ego la que muere.
En nuestro miedo, andamos rebuscando: “¿qué voy a emplear para sustituir mis certezas?” La respuesta es “nada”. Acepta que vas a sentir incertidumbre; simplemente confía en el proceso. Como un buen hortelano, simplemente ocúpate de tus tareas cotidianas; los resultados ya llegarán.
En el invierno, la huerta parece como un lugar donde ocurre poca cosa; todo está dormido pero esto forma parte del ciclo de la huerta. El vacío está repleto de posibilidades. El hortelano acepta esta fase y continua con sus tareas cotidianas.
Luego, en cuanto llega el momento (un momento no decidido por nosotros, por cierto), somos testigos del milagro de cómo el universo convierte el agua, los rayos del sol y la tierra en un alimento delicioso y nutriente.
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