Deja de ofenderte y empieza a vivir

No se trata siempre de ti – así que supéralo

En esta época de «hiperautoabsorción», todos estamos sometidos a la tiranía de estar «ofendidos». Basta con echar un vistazo a los medios de comunicación. Alguna persona pública hace un comentario posiblemente bienintencionado o simplemente una broma, o tal vez salga a la luz un vídeo de hace 20 años en el que, bajo los efectos del alcohol u otra sustancia tóxica o adictiva, dijo algo de mal gusto. Ahora, de repente, son objeto de un aluvión de personas que se sienten ofendidas. A mi modo de ver, esto es claramente absurdo. Vivir en una sociedad democrática, cuya base es la libertad de expresión, significa que todos oiremos y veremos cosas que nos incomoden o con las que no estemos de acuerdo.

Cuando entrevistan a estas personas, resulta aplastantemente obvio que ni el entrevistador ni el entrevistado han hecho ningún intento de leer, estudiar o comprender otro punto de vista que no sea el suyo. Son profundamente ignorantes de cualquier cosa fuera de su universo egocéntrico. Esto hace imposible cualquier tipo de debate informado. En su lugar, obtenemos división y tribalismo, donde la lealtad y la pertenencia a la «tribu» se convierte en algo mucho más importante que los hechos.

Un amigo nuestro, propietario de una revista, lo expresó una vez así: «Nunca dejes que unos pocos hechos se interpongan en el camino de una buena historia».

Tener «razón» se convierte en algo mucho más importante que el cariño, la compasión, la felicidad. Ésta es una receta para el sufrimiento y la catástrofe. El precio de satisfacer la necesidad egocéntrica de tener razón es sencillamente demasiado alto para el individuo y para nuestra supervivencia como especie.

Debemos aprender a mantener nuestros puntos de vista con soltura, con curiosidad abierta, sin aferrarnos a ellos. Debemos ser flexibles en nuestra percepción. Cualquier persona inteligente que esté realmente comprometida con su propio crecimiento es probable que cambie sus puntos de vista sobre muchas cosas, probablemente varias veces.

Sólo podemos hacerlo si nos desprendemos de la necesidad del ego de tener razón. Por supuesto, esto requiere práctica, ya que lo que más odia el ego es estar equivocado.

Cuando superas el «universo centrado en mí» egocéntrico, la vida se vuelve realmente más sencilla y menos estresante. Para ello, lo primero que debes comprender es que no se trata de ti. La realidad es que probablemente siempre le gustarás a un porcentaje minúsculo de la humanidad, y probablemente siempre te odiará otro porcentaje aún más pequeño. A la inmensa mayoría de la humanidad no le importa en absoluto, pues ellos, como tú, están en su propio «teatro» haciendo lo mejor que pueden, cargando con sus traumas, su dolor, sus esperanzas, deseando ser amados, a veces sintiéndose perdidos.

Haz de la compasión tu contexto y así no te tomarás las cosas tan a pecho. Cuanto antes te superes a ti mismo, antes podrás hacer una contribución útil a los demás, ya sea a tu familia, a tus amigos o a la sociedad.

Dedicar quince minutos a escuchar de verdad a otra persona es una de las cosas más valiosas que puedes hacer. Con esto me refiero a escuchar con el 100% de tu atención, sin que se vea tu móvil por ninguna parte. El objetivo de la escucha debe ser simplemente comprender. En esta época de hiperdistracción, hacer buenas preguntas y escuchar son dos de las cualidades más importantes y valiosas que poseemos. Piénsalo un momento, ¿no es ésta la cualidad que más buscamos en amigos, socios y compañeros? Sin embargo, la mayoría de la gente está enviando el mensaje exactamente opuesto a sus amigos, seres queridos y a la sociedad actual.

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