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noviembre 8, 2016
Alimentación consciente, Boletines,
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Esta vez la curiosidad trajo mis pies a caminar por el otro lado del charco – a California. Cada día me regala una sorpresa con sus “Redwoods” y sus bosques de árboles gigantes. La verdad que a veces pienso que podría ser cualquier montaña en Cantabria si no fuera por ese oso amistoso que se deja ver al otro lado del río… Uno de estos días leyendo un libro sobre Yosemite (uno de los parques naturales más bellos de EEUU) me encuentro esta frase:
– Todo lo que es visible, oculta algo que es invisible –René Magrítte
Me quedo parada en estas dos líneas; mi mente inmediatamente empieza a pensar en cuánta verdad hay en ellas; me miro mi brazo, mi mano, sus pliegues, la muevo, la observo… e intento ver a través de ellas. Por suerte, mi imaginación una vez más me permite ver más allá; se convierte en mis ojos que atraviesan mis manos, mi piel; veo mis venas desde dentro como toboganes. Me tiro por ellas hasta llegar a ese submundo microscópicamente visible; allí están – mis células, tantísimas de ellas organizadas cada una con su carácter propio. Cuando pongo atención en esto, me parece increíble pensar que no somos más que una masa organizada de millones de células que nunca podremos abarcar y entender cómo funcionan en su totalidad. Dentro de ese desconocimiento existe esa sociedad “casi” utópicamente perfecta… Todos estos elementos en mi suposición, trabajan juntos en armonía. Algunos tienen el poder de atravesar paredes celulares, otros forman parte de esa misma pared y se encargan de mantenerla en el mejor de los estados. Otros son viajeros-aventureros que atraviesan canales nerviosos de una punta a otra recogiendo texturas, olores, sonidos, sensaciones… Y a veces y más de lo que nos gustaría en ese submundo también aparecen “intrusos” no deseados – toxinas, radicales libres, entre otros. Por suerte nuestros anticuerpos saben normalmente qué hacer cuando estos empiezan a sobrepoblarse descontroladamente. Si mimamos a nuestras células con nutrientes de alta calidad se mantienen fuertes, sanas y felices, capaces de combatir hasta el más feo de los “intrusos”…
… parece fácil que nuestra salud, energía y vitalidad dependen de la felicidad de nuestras células ¿verdad? ¡Mmmmmm!
Pues hablando de mimarnos y nutrirnos… aquí donde estoy ahora en estas montañas, da la grandiosa casualidad de que es época de arándanos; las llaman “Huckleberries” y son de los últimos frutos silvestres de los que se alimentan los animales del bosque antes de que llegue el frío. Este fruto del bosque en su pigmento contiene abundantes antioxidantes como la antiocina que es la responsable de darle su color negro-morado; también es una fuente rica en vitamina C y E y en ácido elágico que podría ayudar a protegernos del cáncer y otras enfermedades crónicas… Por lo visto, el ácido elágico tiene tolerancia al calor lo que significa que incluso si se cocina y somete a temperatura, aún podemos beneficiarnos de sus propiedades beneficiosas. Como siempre estos arándanos que recolectamos no sobrevivieron el camino de vuelta a casa…. Pero si lo hubieran hecho y tuviera un horno sin dudarlo los habría convertido en uno de mis postres favoritos
El Crumble… hecho de mil de maneras. Mi favorito es el de manzana con frutos rojos (en este caso arándanos).
Así que para todos los que estéis en vuestras casas y tengáis horno y ganas de daros un regalo, os comparto nuestra receta de Crumble. De verdad si no lo conocéis os animo a que lo probéis. Está hecho con ingredientes fáciles de conseguir. La manzana y el arándano asado al horno y el crujiente de avena con avellanas tostadas es una combinación increíble si tienes un día “goloso” (o quieres acumular reservas para el invierno). Puedes probar a combinarlos con una bolita de helado o natillas veganas hechas con leche vegetal…
El “crumble” es un postre típico de Inglaterra. Es un postre muy rápido y fácil de hacer. Lleva una base de fruta principalmente manzana y una cubierta crujiente como de galleta desmigada. Normalmente se usa avena, mantequilla y azúcar. En esta receta sustituyo la mantequilla por aceite de coco (puedes encontrarlo en herbolarios) y el azúcar por sirope de agave.
Elaboración
Pelamos las manzanas, las cortamos en rodajas y las metemos con el limón.
Limpiamos bien los arándanos y los mezclamos con las manzanas.
Añadimos a esta mezcla una cucharada de azúcar y la canela.
En un bol aparte combinamos los copos de avena, las avellanas, el sirope de agave y el aceite de coco con las manos. Lo movemos con las puntas de los dedos hasta conseguir una textura de migas.
Colocamos la mezcla de la fruta en una bandeja para el horno y encima espolvoreamos la mezcla de migas.
Lo horneamos entre 25 -20 minutos a 180ºC. Estará listo cuando quede la fruta jugosa, caramelizada, crujiente y tostadito por encima.
Variante:
Puedes combinarlo con yogur o helado a tu gusto.
¡¡Espero lo probéis y disfrutéis!!
Aprovecho para recordaros los próximos retiros que tenemos entre manos, en diciembre, Rhea y Geoffrey darán vida al retiro de Alimentación Consciente y Cocina Creativa, enfocado en mindful eatinng, con recomendaciones y trucos para sobrevivir los excesos de la Navidad… muy recomendable. Yo esta vez me lo pierdo pero en Enero vuelvo y para todos los que no hayáis sobrevivido la Navidad y queráis empezar el año nuevo con una visión diferente Rhea y yo estamos preparando el retiro de Enero – unos días para compartir, desconectar, limpiar y mimar nuestros ombligos y aprender a cargar nuestras despensas y neveras con los mejores alimentos.
Felices días de Otoño allá donde estéis,
Kiira Cabrera
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