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Contágiate de alegría

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Geoffrey Molloy

En estas Navidades mi yerno, Diego me ha regalado un cachorro lobero de tres meses. Ya tenemos a Haku, un lobero de dos años. Algunos de vosotros que leéis esto y que habéis estado con nosotros en Cantabria le habéis conocido. Tanto para Rhea como para mí, los perros han proporcionado una fuente de alegría […]

enero 8, 2019

BoletinesResiliencia - Mindfulness y más allá

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En estas Navidades mi yerno, Diego me ha regalado un cachorro lobero de tres meses. Ya tenemos a Haku, un lobero de dos años. Algunos de vosotros que leéis esto y que habéis estado con nosotros en Cantabria le habéis conocido. Tanto para Rhea como para mí, los perros han proporcionado una fuente de alegría a lo largo de nuestras vidas. Aunque durante muchos años también hemos estado involucrados con caballos, los perros siempre han sido una parte íntegra de la familia.

Tener un perro en la familia es un fenómeno interesante ya que no hay ninguna razón justificable, racional por ello – ni necesidad. Nuestros perros a veces nos ayudan con tareas en la finca y en el monte pero nuestra verdadera razón de tener perros es simplemente  porque nos gusta; nos dan mucho placer. En este sentido es como la meditación. No meditamos para intentar conseguir algún resultado; lo hacemos simplemente por hacerlo. Dicho esto, el resultado puede ser bastante agradable. La meditación es una manera que empleamos para cuidarnos a nosotros mismos. Es lo mismo con nuestros perros; los tenemos porque queremos. Cuando cuido de mis perros y cuando juego con ellos, estoy cuidando de mí mismo.

Hay tantos aspectos de nuestros perros que queremos: su infinita alegría genuina y bulliciosa que nos saluda cuando bajamos la escalera cada mañana; su calurosa bienvenida cuando llegamos a casa – como si fuésemos viejos amigos. Su compañía atenta, relajada y sin palabras cuando vamos de paseo; cuando medito con el perro sentado en silencio a mi lado. Entrenar a perros también es muy gratificante. Si quieres hacerlo correctamente y con seguridad, tienes que ser firme y claro pero siempre atento, fijándote y con paciencia y bondad.

También es muy especial montar a caballo en el monte – sólo el jinete, el caballo y el perro; existe una confianza tácita, una colaboración – cada uno con sus propias tareas y responsabilidades; juntos – un equipo colaborando en una pequeña aventura. Nos llena de alegría observar su exuberancia, su alegría y energía simplemente por estar vivos. Sus emociones simples y obvias, en especial la expresión casi cómica de culpabilidad cuando la han liado.

La alegría de estar vivo es contagiosa. ¡La puedes coger de tu perro!

Y por supuesto también pasamos por sus enfermedades, su vejez y muerte – su sufrimiento y nuestra pérdida.

Nada es permanente.

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