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Azúcar, ¿Dulce Amigo o Amargo Enemigo?

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Geoffrey Molloy

El anuncio: chica guapísima, súper sexy, delgada, que introduce un bombón en su boca con tanta sensualidad que te hace preguntarte si lo que tiene en la boca es un bombón… Por su expresión orgásmica concluimos que un solo bombón le ha dado suficiente satisfacción para un mes. La realidad: ni siquiera hemos tragado el primer bombón cuando […]

abril 3, 2013

Alimentación conscienteBoletines

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azúcarEl anuncio: chica guapísima, súper sexy, delgada, que introduce un bombón en su boca con tanta sensualidad que te hace preguntarte si lo que tiene en la boca es un bombón… Por su expresión orgásmica concluimos que un solo bombón le ha dado suficiente satisfacción para un mes.

La realidad: ni siquiera hemos tragado el primer bombón cuando ya estamos metiendo otro en la boca… da igual – bombones, galletas (de chocolate o no), chocolatinas, tabletas de chocolate… Si estamos en compañía puede que nos controlemos algo – “no, cómetelo tú cariño”… pero si no hay testigos es fácil engullir un paquete entero de galletas o la tableta entera de chocolate y cuando llega al estómago acabar diciendo “¡Ojala no hubiera hecho esto!”

¿Te suena? ¿O soy yo la única culpable?

Y si ahora te digo que el chocolate, el azúcar, son malos para ti y engordan, si todavía no has eliminado este email, es probable que estés pensando “¡no me digas, Sherlock Holmes!” y luego elimines el email.

Todos sabemos que los dulces son malos y que engordan, pero no nos hemos preguntado por qué muchos estamos comiendo cada vez más. Parece ser superior a nosotros. A nivel del planeta gastamos 2 mil millones de dólares al año sólo en MM’s (y no me refiero al cantante.) Lo voy a repetir: DOS MIL MILLONES DE DÓLARES AL AÑO.

En primer lugar hay que entender que los agentes de la publicidad son expertos en programar el disco duro de nuestras mentes creando un enlace entre su producto y nuestras emociones o situaciones positivas: amor, “te quiero”, agradecimiento, placer adulto, fiestas navideñas, domingo por la tarde relajados en casa…. para que a ti y a mí, un martes por la tarde, día normal, echando combustible en una gasolinera, por ejemplo, nos apetezca de repente comprar un “algo.” Mars, gasta unos $400 millones al año en publicidad. No pierdas ni medio segundo pensando “A mí no me afecta la publicidad.” ¿Cuál es la publicidad más efectiva? Pues, claro, la que piensas que no te afecte.

En segundo lugar, fíjate en lo fácil que es comprar dulces hoy en día. Están de venta en todas partes. Entiendo que el 95% de ventas de chocolatinas son “compras de impulso” – en la gasolinera, estación de autobuses, esperando al avión, en la caja del supermercado, etc.

Tengo 53 años y me acuerdo que en mi niñez comíamos dulces como algo muy puntual – una tarta de chocolate que me hacía mi Madre el día de mi cumpleaños, una caja de bombones de regalo en Navidades, en Pascuas…

Treinta/cuarenta años después de repente me doy cuenta que he estado comiendo algo así – una galleta, chocolatina, pastel, TODOS LOS DÍAS.

Casi una cuarta parte de las calorías consumidas hoy en día provienen del azúcar. En el caso de muchos niños es un 50%. El español come al año un promedio de 30 kilogramos al año. El americano – unos 60 kilogramos de una sustancia que ni siquiera existía en tiempos de nuestros tátara tatarabuelos. En España la primera fábrica azucarera se estableció en 1882 produciendo 300 toneladas al año. Hoy en España se producen 1.200.000 al año, se exportan 200.000 y se importan 300.000 ya que en España hoy en día se está consumiendo 1.300.00 toneladas al año.

Decidí hace un par de semanas que era hora de tomar medidas, cuando al echar gasóleo y comprar una chocolatina (¡claro!) salí de la tienda camino al coche, di la vuelta y entré de nuevo en la tienda; esperé mi turno de nuevo… ¿para qué? Para comprar otra chocolatina “para después”. Es decir, ya estaba anticipando tener ganas después. Imagina. Pues, claro las comí las dos de un solo golpe. ¡Uf!, pensé “¿no serás ya un poquito adicta al chocolate?” Empecé a investigar y aceptar ciertos hechos.

Lo primero que he descubierto es que no me gusta el sabor del chocolate en sí, ya que el chocolate en su estado puro tiene un sabor bastante amargo. Lo que crea un sabor placentero es la mezcla de chocolate con azúcar. El azúcar se emplea para disfrazar el sabor del chocolate y la leche se emplea para añadir este toque de cremosidad que agrada al paladar. Si lees los ingredientes de la mayoría de las chocolatinas no suelen indicar directamente qué porcentaje de la chocolatina corresponde al azúcar – muchas veces hasta el 45%. Esto concuerda con la experiencia que tuve con mi hijo el otro día que quiso  hacerse un “Colacao” pero se había terminado. Le sugerí que utilizase el cacao en polvo que utilizo para pasteles y que añadiese el azúcar. Al meter el dedo en el cacao puso cara de asco: “sí”, insistí, “es como hacíamos chocolateantiguamente.” Le pregunté cuánto azúcar utilizó para alcanzar lo que en la industria de los dulces se conoce como “blisspoint” (punto de óptima satisfacción ¡mmmn, mmmn!) – CUATRO cucharaditas colmadas… (Para una taza normal.)

¿Podría ser posible entonces que el azúcar y el chocolate tengan un efecto adictivo?

En el chocolate existe una sustancia que se llama teobromina que sí tiene un efecto ligeramente adictivo. Sin embargo, lo que hace que comamos más y más es el azúcar principalmente. Te explico: Cuando comemos azúcar blanco refinado (sólo o contenido en otros comestibles) – al tratarse de una sustancia totalmente despojada de vitaminas, fibra, minerales, etc… las moléculas pasan directamente del estómago a la circulación sanguínea, disparando el nivel de azúcar en la sangre. Esto envía al páncreas la señal de fabricar insulina – una hormona que rápidamente convierte la glucosa en grasa en las células del tejido graso y ya que se ha producido tanta insulina por haber metido tanto azúcar en la sangre, la insulina sigue bajando el nivel de azúcar aún más, causando irónicamente un bajón de azúcar en la sangre lo que envía al cerebro una sensación de “como si nos faltara algo”, es decir, ansias de comer más – y  normalmente más de la misma cosa… Déjame repetir esto, el efecto final es que EL AZÚCAR BAJA EL NIVEL DE AZÚCAR EN LA SANGRE, creando una especie de hambre falsa, constante. El problema es que si seguimos comiendo más de lo mismo, perpetuamos la sensación de vacío y estamos ahora metidos en un ciclo vicioso.

No voy a entrar demasiado en porqué es tan malo pero que conste que ES MALO. Es una sustancia fabricada por el hombre y esto ya te dice todo. Tu cuerpo lo ve como un veneno. En el refinamiento de la remolacha se pierden todo el magnesio, manganeso, cromo, cobalto, cubre y cinc, etc. El azúcar refinado es una toxina de calorías vacías. No tiene ningún valor nutricional. Actúa como un “antinutriente” ya que roba al cuerpo sus reservas de minerales como el calcio y el magnesio (entro otros) para metabolizarse. Es una de las principales causas de osteoporosis ya que aumenta la pérdida de calcio en la orina.

El azúcar refinado abusa de nuestro cuerpo. ¿Cómo? Entre otras cosas…. Reduce la actividad de enzimas digestivas lo que afecta la digestión. Promueve alergias. Daña la función del sistema inmunológico. Todo diabético entiende el efecto que tiene en su cuerpo. Está muy documentada la relación entre el azúcar y enfermedades como artritis, arterioesclerosis, etc, etc, etc.

Total: Lo ideal sería seguir el ejemplo de nuestro tátara tatarabuelo…. Y comer CERO…. Pero vivimos aquí y ahora…

¿La solución?

Aprendí hace tiempo a NO PROHIBIRME nada, ya que nada más venirte el pensamiento “Nunca más comeré esto o lo otro, me vuelvo triste, con pena y tanto más atractivo resulta el alimento prohibido. “Lo que resistes, persiste.”

La táctica que a mí me ha servido mejor es permitirme seguir comiendo chocolatinas, galletas, etc. PERO de diferente manera.

Soy consciente de que muchas veces la idea de hacer algo es mucho más emocionante que la realidad. Leo los ingredientes de TODO comestible procesado que compro. ¡Ojo! no siempre se utiliza la palabra “azúcar”. Calculo qué porcentaje corresponde al azúcar.

Observo los anuncios, la publicidad interesándome por sus tácticas. Me pregunto con qué emoción están intentando relacionar su producto.

Y tengo muy claro no comer edulcorantes artificiales. Mi recomendación cuando ves algún producto “sin azúcar” es que leas los ingredientes detenidamente. Normalmente contienen edulcorantes artificiales, como por ejemplo, el aspartame cuyos efectos en tu cuerpo pueden ser terroríficos.

Lo ideal es no comprar dulces industriales, sino que mi intención es sólo comer lo que hacemos en casa y con ingredientes más integrales – harina integral, azúcar de caña moreno (verdadero) y miel. La última vez que hice un pastel (¡de chocolate!) reduje la cantidad de azúcar un tercio… Y bien, delicioso.  Personalmente, no me convence demasiado el sabor de la stevia pero conozco cada vez más personas que la utilizan sobre todo en el café y el té. El sirope de agave me “satisface” mucho más. Entiendo que se obtiene de una planta mexicana. Es principalmente fructosa y por tanto con un índice glucémico algo más bajo.…. Con esta medida he visto que últimamente comemos muchos menos dulces y vuelven a ocupar la posición de comida del domingo, de fiesta y no como algo de todos los días.

Y cuando como dulces (industriales, caseros, lo que sea…), los como con plena atención en todos mis sentidos – es decir “mindfully”. Te recuerdo lo que quiero decir.

Observa el aspecto. Huélelo. Mete un trozo en la boca. Saborea, intenta separar los diferentes sabores: el sabor dulce, intenta distinguir el sabor de la grasa que se ha utilizado… Traga…..y al final explora la sensación que se te ha quedado en el estómago, si te has quedado satisfecho o si te apetece comer más…

Luego come algo como una mandarina, una fresa haciendo el mismo. Observa el aspecto, el olor, la textura, el sabor en la lengua…. COMPARA.

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