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mayo 6, 2015
Boletines, Resiliencia - Mindfulness y más allá,
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Cuando observamos los patrones de nuestros pensamientos negativos y les damos un nombre empezamos a cambiar nuestra relación con ellos.
Uno de los problemas que surge muchas veces en nuestros cursos residenciales es cómo parar pensamientos negativos compulsivos. Estos pensamientos negativos compulsivos han sido repetidos tantas veces que nos cuesta no creerlos. Sin embargo, por muy reales que puedan parecer ser, no son la realidad, sino sólo pensamientos sobre la realidad. Si aprendemos a fijarnos simplemente en el patrón de estos pensamientos, muchas veces descubrimos que tienen temas o “sabores” similares. Dentro de estos sabores hay unas veinte frases que se repiten constantemente en una especie de “bucle cerrado”. Estas frases casi no cambian y son poco relevantes a quiénes somos de verdad, nuestra situación o circunstancias; surgen constante e independientemente.
Una manera útil de tratar estos pensamientos es dar etiquetas a estos “sabores”, como por ejemplo: “Mente Juzgona”, “Mente Sin Esperanza”, “Mente Criticona”, “Voz de mi padre”. Lo importante es tener una manera de identificar y agrupar los hilos comunes y temas generales contenidos dentro de nuestros pensamientos. Idealmente la etiqueta que empleamos debería ayudarnos a tener una perspectiva más amplia y más sabia. Estas etiquetas nos ayudan a ver estos pensamientos sin reaccionarnos, dándonos cuenta de que son simplemente pensamientos que frecuentemente visitan nuestra mente en vez de considerarlos como parte de nosotros u oírlos como “la voz de la verdad”. Con paciencia y práctica podemos llegar a ver las visitas de “Mente Criticona” o “Mente Sin Esperanza” (o lo que sea el sabor negativo) como una visita – no totalmente bienvenida – de un viejo conocido.
Identificar pensamientos negativos y los patrones mentales recurrentes, nos permite relacionarnos con ellos de manera más objetiva sin que nos lleve a entrar en un bucle negativo compulsivo.
Empezamos a ver estos pensamientos como lo que son – vacíos, compulsivos y automáticos; no son una identificación fiable ni de la verdad ni de la realidad.
A continuación, una lista de pensamientos negativos típicos (muchos de los cuales pensamos y creemos especialmente cuando nos encontramos en un estado depresivo):
Ahora lee las ideas en la lista otra vez y decide hasta qué punto creerías cada uno de estos pensamientos si surgiesen en tu mente ahora mismo.
Cuando hayas terminado, vuelve atrás a un momento cuando estuviste lo más deprimido que hayas estado y vuelve a la lista. Piensa hasta qué punto habrías creído estos pensamientos en aquel momento.
Para muchos, estos pensamientos son familiares cuando se sienten de bajón o deprimidos. Muchos han comentado que cuando se sienten de bajón o deprimidos creían tales pensamientos al 150%; los pensamientos parecían simplemente “reflejar la verdad”. Yo mismo he experimentado la depresión y puedo decir que mientras estaba en ese estado, me parecía que tales pensamientos sí, reflejaban la verdad. Hoy en día en general me siento bastante bien. Si estos pensamientos surgen (y de vez en cuando sí, surgen) no son más que ecos – como un perro que ladra en la distancia. Puedo ver y oírlos claramente pero no tienen atracción ni poder. “¡No lo conseguiré nunca!”… Verdaderamente parecía así en aquel momento, pero claramente sí, lo conseguí. Soy una prueba viviente.
Es importante entender que si tienes estos pensamientos, no estás solo. Es una experiencia muy común cuando nos sentimos deprimidos. (Cuando empleo los términos “deprimido”, “estado deprimido”, o “de bajón”, no me refiero a un estado de depresión clínica, aunque esto también puede ser el caso; me refiero a una especie de infelicidad crónica que parece como una depresión y es experimentada por muchos en nuestra sociedad.
El poder de estos pensamientos varía. Cuando estamos de bajón parece como si verdaderamente fuésemos el fracasado más inútil, sin sentido. Sin embargo, tan sólo unas semanas después, cuando nos sentimos bien nuevamente, miramos hacia atrás y pensamos, “¡¿Cómo diablos llegué a creer tales bobadas?!” Lo que vemos es que a pesar del morbo que tienen estos pensamientos, no son más que pensamientos sobre pensamientos y no la realidad, ni siquiera un guía de la realidad.
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